Cuando despertó aquella mañana se sentía plácidamente satisfecha. Desnuda, tumbada de lado y apenas cubierta por una fina y suave sábana, podía ver desde aquella postura el lento discurrir del río sin necesidad de mover siquiera la cabeza. En la orilla opuesta el sol de primavera pintaba la ciudad industrial de brillantes reflejos anaranjados eLeer más
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