Reconocí los compases del Gaudeamus igitur en los toques de la puerta. El autor de tamaña cursilería me había ofrecido una mano laxa y glacial. Un repaso exhaustivo antes de tomar la decisión: mocasines con borlas, pantalones ajedrezados, reloj de bolsillo, bléiser cruzado con botonadura dorada, camisa de cuello ópera, corbatín tornasolado, piel pálida salpicadaLeer más
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