El día después de la proclamació de la independencia, el senyor Forcadell se encontraba turbado. Caminaba en dirección al consell con el ceño fruncido, dos moratones bajo los párpados y el tic en la oreja izquierda que le salía cuando no se sentía bien. No le apetecía demasiado que los demás consellers cuchichearan cuando entraraLeer más
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