Nunca sabíamos por qué los elegían. Un año, quizás por la fuerza; otro, por una virtud inmaculada; el resto, tal vez por la posición de ciertos lunares en que los dioses habían grabado su designio. Ya en el vientre materno. Con los ojos cerrados y apretando los puños como todas las crías humanas. Pero conLeer más
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