El año que cumplimos cuarenta, desayunamos trozos de esperanza fríos. La mesa del comedor lucía, en platos familiares, sueños que sabían a otros sexos, que no eran el tuyo ni el mío, conocidos, reiterados, gastados. El año que cumplimos cuarenta servimos, en vajillas de oro, pies en el suelo. Emprendimos el camino hacia vidas ajenas.Leer más
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