Consuelito siempre hacía lo que le decían, pero aquella tarde de verano, aburrida en la pesada hora de la siesta, obedeció más a sus pequeños pies, embutidos en unas cangrejeras rosas, con los dedillos enrojecidos por el calor y sobresaliendo los meñiques a los lados, que a la voz de su madre insistiendo en queLeer más
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