José Antonio Rodríguez Torres: Romancero gitano burlesque. Cachondeo, litronas y prejuicios a la porra.
30/04/18. Libros Prohibidos. Enlace al artículo.
Por Víctor L. Briones
¿Se puede escribir un ensayo sobre Lorca y su romancero sin que se note? ¿Se puede hablar de todo lo que conforma un alma sensible y con tendencia a la alta literatura desde una perspectiva de rave descontrolada? Pues sí, parece que sí se puede. Uno puede pasarse de rosca y aun así no dejar de hablar de lo que quiere hablar.
Este Romancero gitano burlesque… que por momentos parece perderse en el monólogo de una conciencia redicha (lo entenderéis al leerlo), protagonista de la primera parte del libro, después, en su segunda división, realiza una pirueta mortal hacia una seriedad que contrasta con todo el desparrame anterior, con la lengua suelta y descarada de la que venimos, del maldecir al mucho cavilar la idea sesuda aunque presentada con nitidez. En esta segunda parte parece exponerse el corazón de la obra, su parte divulgativa: la relación del Romancero gitano de Lorca con toda la tradición de la literatura mística castellana. De este corazón escolástico y bien educado forma parte también la defensa de la errónea etiqueta que se le suele atribuir al romancero lorquiano que se clasifica como literatura popular y localista ignorando el trasfondo espiritual de la misma. Todo esto como soltado sin querer bajo la forma de unos apuntes para defender la tesis doctoral de Javito, el pobre Javito, que sufre durante todo el libro, como eremita moderno, los avatares de la vida pelada y barriobajera. Por último, se nos ofrece una tercera parte con forma de sainete en el que se recupera el tono alocado de la primera: vuelve la gallina descabezada a corretear por el escenario, el exceso, el grito y el caminar cerca del filo del barranco, siempre a punto de caer en la caricatura mal dibujada, pero con algunos momentos de auténtica descarga, de humor catártico que te hace reír a boca llena.
Este libro, de difícil etiquetaje, porque puede ser considerado muchas cosas al mismo tiempo, está editado en la colección Alerce de la siempre cuidadosa editorial Maclein y Parker. Concebida quizás como una obra de divulgación o un ensayo, como lector creo que es el humor, podría considerarse una narración humorística, la categoría que mejor casa con este auténtico caos con alma cultureta que, como el personaje que articula las tres partes, Javito, no es lo que parece aunque se deja llevar por el torrente incontenible de la vida sencilla y que salga el sol por Antequera, por el Albaicín o por un aparcamiento de polígono después de una noche de cubatas y magreos. Sería este libro una especie de Guía del autoestopista galáctico, pero de lo lorquiano.
El absurdo y la profundidad analítica se dan la mano en este Romancero gitano burlesque… de varias formas. Se percibe siempre la cercanía a lo que se nos quiere transmitir: una importancia de la cultura, su inútil fertilidad y la capacidad que tiene lo canónico para impregnar lo más mundano. Vamos de la sonrisa cómplice a la carcajada, del «oye, qué bien hilado» al «pero qué borrico eres, te has pasado de frenada, majo». Pero en todo momento se nos ofrecen asideros, pequeñas perlas de sabiduría y referencias para parar varios trenes y para que nuestra curiosidad vaya saltando entre las que más nos puedan interesar. Preparad la libreta de las lecturas pendientes cuando os adentréis en este chiste serio de José Antonio Rodríguez.
Como la primera vez que vi un bufé libre
Así he ido leyendo este libro, juntando en un plato el flan con las albóndigas, la sopa con la ensalada y, para empujar, unos donuts bien regados con salsa de mojo picón. Una mezcla que parece una bomba de relojería, pero que pasa mejor de lo que en un primer momento nos esperábamos. Un reto para nuestra gula lectora llena de erudición, guiños y que se hace amena gracias a un ritmo ágil, sobre todo en su último tramo, en la parte teatral. Es de agradecer también a este respecto, que la segunda parte sea breve y concisa; quizás la que se hace más pesada sea la primera, algo pasada de longitud y quizás algo repetitiva en argumentos y con un tono más forzado.
Mezcla, no siempre equilibrada; así funciona esta obra. Intercalando la divulgación con la ficción en un juego de cambio de papeles y escenarios continuo. Misticismo tuneado, misa pagana, éxodos del campo a la ciudad, ocultaciones de autor hábil y con ganas de jarana. Nunca llegamos a saber qué es importante en esta guirigay, pero da igual, aun así seguimos leyendo. Porque quién sabe cuándo enseñarán una teta o cuando se nos dará un argumento convincente sobre qué hay detrás de las metáforas del «Romance de la pena negra».
Hay mucho a lo que atender en este Romancero gitano burlesque… Interesa tanto la existencia de Javito, autor de la tesis doctoral de la segunda parte y cuya vida sirve para vertebrar el libro; como la exposición de relaciones personales entre autores y obras insignes de la literatura universal. Interesa el río humorístico y la más seria indagación literaria. Ese tira y afloja entre lo serio y lo alocado es, quizás, la característica diferencial, la singularidad que hace de este texto algo especial.
Las tres partes de un glorioso jarrón de plástico
Como se ha apuntado tenemos tres partes bien diferenciadas. La primera es un monólogo de la conciencia de un Javito ausente (tendrán que leer para saber de su presencia difusa mientras que su redicha conciencia no se calla ni debajo del Darro). Este es, a mi modo de ver, el tramo más flojo de la obra ya que en algún momento se abusa de humorismo y se repiten demasiado los temas. Después encontramos los apuntes de la tesis doctoral de Javito donde, poema a poema, se nos lleva de la mano por el Romancero gitano de Federico García Lorca para relacionarlo con la hipótesis de dicho trabajo académico: este poemario no tiene tintes folclóricos sino que es una obra de mística moderna concebida de forma totalmente intencional por el poeta.
Y todo se termina en una tercera parte. ¿Qué hacemos con esa tercera parte? Pues disfrutarla, repanchigarnos, soltar la mandíbula y tira pa’lante maricón que se nos llena el teatro. En este final todo se desata para goce y disfrute de los amantes de lo cutre, lo kitsch, lo choni y casposo. Pero también lo inocente, lo divertido y lo desinhibido.
En definitiva, el aparente tono ligero de la primera y la tercera parte enmarcan el núcleo de este libro, su parte principal, el ensayo disuelto y disfrazado de flamenca borracha. Un sube y baja constante donde encontraremos impostura y mucho amor por la literatura. Lectura divertida y cuajada de caminos hacia otros libros. Muy recomendable para amantes de la poesía y para lectores generalistas empedernidos.
Seguimos acumulando rarezas deliciosas para nuestra próxima edición del premio Guillermo de Baskerville. No dudéis en abrir el telón de este libro que es como salir un sábado por la noche y no volver hasta el sábado siguiente con una cabra vestida de nazareno.