“GENTE QUE BUSCA SU BANDERA” DE BRAULIO ORTIZ POOLE
01/06/20. Las librerías recomiendan. Enlace al artículo.
Las gentes de corazón autoritario (“amigos de lo inerte / y no de lo que tiembla, / corazones estériles / que se apartan del fuego”…) han predominado o prevalecido o desde luego se han impuesto por definición sobre las gentes de cualquier época que sólo hubieran pedido poder vivir, amar, trabajar o crear con un poco de verdad y sencillez. Y a algunas de estas víctimas casi anónimas acaba de dedicar el poeta sevillano Braulio Ortiz Poole un libro muy hermoso, consagrado a retratar la fatalidad de las vidas que no se cumplen por motivos ajenos a sí mismas, por agresiones llegadas del exterior.
La amargura, por tanto, sobrevuela todo el libro, pero es una amargura amable, sin rencor, triste pero melodiosa, casi dulce. El tono de Ortiz Poole no se desliza hacia una rabia que en todo caso sería legítima o estaría justificada, sino que se queda en el lamento y la indagación de por qué no sabemos o no queremos o no podemos ser mejores. Se ve nítidamente en su poema panorámico sobre España: “España, / ¿por qué cuesta decirte? // ¿Por qué a veces pareces / una madre implacable / que le niega la leche a sus bastardos? // País de tanta luz, / ¿por qué esta vocación de ser tiniebla?”.
Este libro sabe que “todo lo joven es una fuerza viva”, que “sólo vive quien arde”, y tiene mucha más potencia su llamada a la redención que la elegía por lo sufrido. Como en casi toda la poesía, importa más lo que subyace que lo que se dice, y aquí tiene también más valor el espíritu general que las propias palabras. Sucede que, al cabo, éste es un libro de amor, un libro en el que hay esperanza y fe aunque se retrate un amor universal frustrado, un amor colectivo traicionado, un amor común pendiente. Se habla en él de rebeldes, de pioneras, de represaliados, de proscritas, de “ajusticiados”… pero hay más espacio para la filantropía que para la pelea, se incide más en la certeza del buen destino que en el sufrimiento, hay más “salvación” que dolor.
Gente que busca su bandera es un libro lleno de nobleza, de un sentimiento instintivo de generosidad, y a ello contribuye decisivamente el precioso prólogo de Alejandro Simón Partal, otro gran explorador de la bondad, del bien en todas sus formas. Es él quien explica que “ha sido imposible sentarle [a Ortiz] en la mesa de algún grupo o en las complicidades y modas pasajeras de este género”, que es, claro, la poesía, y que “tampoco ha habido verdaderos argumentos para compararlo a sus colegas de generación”.
En efecto, una mirada filosófica parecida alía a Ortiz y Simón y los distancia de las corrientes más superpobladas entre los poetas de su edad, lo cual los distingue en dos sentidos: los diferencia, sí, pero en nuestra opinión también los destaca. “No sólo lo sagrado tiene mártires”, se dice en otro verso de este libro, pero ellos, en cierto sentido, se están sacrificando por lo “sagrado”, están incorporando su talento y su voz a la literatura que desde los primeros balbuceos de la especie quiso cantar y honrar lo alto, lo justo, lo ordenado, lo correcto, lo moral, lo bello, lo sano, lo libre, lo fraterno, lo real. Aunque lo real tenga también esquinas y espinas:
“No temas el clavarte alguna astilla,
no temas cuestionarte:
tan sólo siente el mundo
aquel que va descalzo o se interroga”.