Los mejores libros de 2018: Thomas Burke, Francine du Plessix Gray, Joan Didion, Emmy Hennings…
16/12/18. La esfera de papel. El Mundo. Enlace al artículo.
Por Juan Bonilla.
Noches en Limehouse. Thomas Burke. Traducción de Gloria Jurado.
Es un Londres corrosivo, apestoso, donde se huele el peligro y una certeza de violencia se tensa en el aire. Un Londres nada complaciente con su propio espectáculo de degradación y vida. No se crea que la degradación procede de asuntos como la prostitución y las drogas: procede más bien del hecho, imposible de consentir, de que la prostitución tienen que ejercerla muchachas blancas para satisfacer el dinero amarillo o árabe o hindú. Ahí está de veras el escándalo: mientras las prostitutas sean extranjeras y los clientes británicos no pasa nada por lo que haya que escandalizarse. Por ejemplo, un boxeador borracho e invencible puede vivir con una muchachita a la que da palizas sin que nadie se escandalice ni considere siquiera que hay que llamarle la atención o intervenir, que cada cual se las arregle como pueda. Él verá lo que hace, mientras siga ganando combates y enriqueciendo a los que apuestan por él, dónde está el problema.
Pero de repente, una mirada extranjera se enamora de ese lirio roto, y cree que puede salvarla con una enternecedora mezcla de misticismo y sensualidad, cree que puede ofrecerle un destino más digno. Esta historia les sonará a todos los cinéfagos porque Griffith erigió con ella una de sus películas: Lirios rotos (1919). Precisamente ese hecho logró que el relato en que se basaba, el primero de la recopilación Noches en Limehouse, tapara de algún modo todos los demás que forman el espléndido libro que Thomas Burke -que siempre se quiso un escritor local, con la fortuna de que su pueblo era Londres- publicara en 1916 y que en 2018 tradujo Gloria Jurado para la editorial Maclein y Parker. Cuando la edición original apareció, al autor le cayeron palos de todos los colores, los libreros se negaban a venderlo; había cometido la vileza de retratar en sus relatos un Londres obsceno que, como tal, no debía hacerse público.
Limehouse, en el este de Londres, era el barrio chino. Un constante vaivén de marineros, un tono asiático en las vestimentas, una sucesión de lugares donde el opio se consumía como agua, las apuestas eran un gran negocio en el que quedaban atrapados innumerables pardillos, y el asesinato era un accidente que nunca alcanzaba a interesar a la policía. La violenta reacción de libreros y periodistas fue compensada por la calurosa alabanza de los mejores: Wells y Arnold Bennet entre ellos. Pero el más importante fue Charles Chaplin que llegó a acompañar a Burke en un paseo por Limehouse para captar la atmósfera que quería trasladar en su película Vida de perro.
Es muy interesante lo que Chaplin cuenta de ese paseo: el barrio no le parece tan terrible como aparece en el libro, y entonces se da cuenta de que lo que había creído un retrato realista es más bien una creación entre alucinada y verídica del propio Burke, un escritor que no necesita de muchas herramientas retóricas para poner en pie, a través de sus crudísimas historias de pobreza, soledad, entumecimiento moral y violencia, un paisaje estremecido.