“Lo que hay entre lo que eres y lo que quieres llegar a ser es humor”
Rody Polonyi
Lo que quiero, lo que siempre he querido, es escribir una historia en la que no aparezca la palabra escritor. Ni frío. Ni polla. Ni jardín. Ésta, desde luego, ya no podrá ser. Veamos.
Mi nombre es Carlos Torrero. O el hombre que no es nadie. Que es lo mismo. Con ese pseudónimo gané algunos concursos de literatura breve en mi juventud y así comenzó mi carrera como no escritor. La de lector comenzó mucho antes. Con El Barco de Vapor.
-Yo de ti me lo tomaba en serio, muchacho – alguien dijo.
-Si pudiese, te sacaba de la calle y te ponía a escribir – alguien dijo.
-Lo premio por reciclar en humor y creatividad el desaliento, y dar testimonio, de paso, del talento que esta sociedad está desperdiciando – Lorenzo Silva dijo.
Para los que no me conozcan, soy esa clase de tipo que no «trabaja de escritor», no «trabaja en poesía» y no lleva tatuajes. Sin embargo, escribo. Escribo cuando puedo y cuando no puedo me quiero morir. En este plan venimos. Pero no siempre fue así.
Hubo un tiempo, quizás demasiado largo, en el que me distraje creyendo que quería ser guionista y director de cine. Luego me despisté con trabajos y mujeres y la vida que es maravillosa y perra.
Un guionista profesional es un guionista profesional. No es escritor. Uno se da cuenta tarde. Por eso cambié de ciudad, de mujer y de trabajo. No necesariamente en ese orden. No necesariamente de forma voluntaria. Pero cambié. Y comencé un nuevo capítulo.
Ahora, cinco años después, tengo una esposa real, un cervatillo de ojos azules con dos años y un trabajo no apto para blanditos. Pero como no guionista ni escritor, tengo más tiempo para leer y contar historias sin tener que estar pensando en lamer demasiados culos, negociar con el productor, discutir con el actor protagonista, seducir a los de atrezzo, pelearme con el director de fotografía, eléctricos, vestuario… en fin, es así. Todo se resuelve en mi cabeza y de una forma muchísimo más barata. Solos el folio en blanco y yo. El lector -si hubiera alguno- y yo. Nada más. Y nada menos. Lo que siempre quise. Literatura.
Hablo de literatura y no del mundillo literario, claro está. Pues ahora que empiezo a considerarme de verdad un no escritor serio con algo que decir, es lo único que me interesa. Los focos ya no me obnubilan y la farándula menos. No me interesa la farlopa. Ya estuve allí.
Por eso grito a los que no han crecido en mi jardín que lo que quiero, lo que siempre he querido, es escribir una historia en la que no aparezca la palabra escritor. Ni frío. Ni polla. Ni jardín. Coser una palabra tras otra. De principio a fin. Y, entre ambos, una voz fresca y torrencial enganchará al lector por las solapas, sin dobleces, sin recursos narrativos tramposos ni juegos de recepción y demás zarandajas; y lo empotrará contra sí mismo, tal vez contra el alma humana, obligándolo a reconocerse en todas sus miserias, en todos sus miedos y esperanzas.
Escribirla al menos.
Tal vez publicarla.
Después reír.
Por Carlos Torrero.