Tú y yo, para sostenernos,
nos agarramos a la tabla del empate
que nos garantiza que mañana
volveremos a salir a la pista de combate.
Tú y yo, para sobrevivir,
nos agarramos a una tabla podrida,
apuntalada por clavos oxidados
que nos dejarán marcas de por vida.
Tú y yo, para respirar,
mantenemos la tabla en equilibrio,
como el náufrago cegado por el sol,
y el hambre y la falsa ilusión de lo vivido.
Tú y yo, conectadas por un empate
que dura ya más de un año
diez años,
veinte años,
treinta años.
Que dura toda una vida,
o más.
Que dura una eternidad.
Tú y yo, despellejadas sobre la tabla del empate.
Por Rosa Montero Glz.