El caso es que las montañas no existen. En Uruguay, por ejemplo, no hay ni una. Tanto es así, que cuando los conquistadores entraron por el estuario del Río de la Plata iban mirando la costa, contando los pequeños cerros a lo lejos, hasta que llegaron al más alto (132 metros de altura) y así escribieron (Monte VI desde oeste). Lo que luego se conocería como el Cerro de Montevideo.
En los libros de geografía se describe el país como una penillanura, dicen todos «Uruguay es suavemente ondulado». Así es que las vacas caminan y comen pasto fresco, y son cinco millones, el doble que los habitantes. Entonces, si viajas al Uruguay profundo, no te espera ninguna aventura, no habrá precipicios, no será necesario escalar cordilleras, tampoco verás cataratas y, por supuesto, no verás nieve, no importa el frío, no hay nieve.
La ausencia de emociones fuertes es muy engañosa. Si uno lee a Onetti y viaja a su lado hasta Santa María, vivirá una historia suavemente ondulada, gris, tenue. Parece que no pasa nada, como la mayoría de los días, pero en su recorrido descubriremos la belleza de los gestos cotidianos, la maldad de lo inmóvil, la ternura de lo solitario. Iremos subiendo y bajando sin apenas darnos cuenta, llegaremos al final sin aviso, sin nada que lo marque. Una muerte pequeña e inevitable.
Algunos necesitan esa barrera que te limita el horizonte, esa cumbre desafiante, ese paisaje difícil de describir. Onetti no. La mayoría de nosotros tampoco, nuestras humildes vidas transcurren anónimas, sin grandilocuencias, finitas.
Por Joaquín DHoldan.
Que lindas palabras, creo que en la vida siempre hay barreras y límites que los vemos o no y nos desafían, algunas más o menos abruptos., pero sólo dependen de nosotros saber cual es ese grado de dificultad, o de emociones le damos. En este está la libertad individual de elegir nuestro camino.
Entonces, no está tan mal ser “suavemente ondulado”, ¿no?
La maldad de lo inmóvil… Estoy con “El astillero” y ahora Onetti va a ser mucho más gracias a este texto. Gracias!!
Hola, Joaquín, es un texto precioso como su título. Te leo hace tiempo, desde que te enlacé en mi blog.
A Onetti hay que leerlo, a mí me gusta mucho.
Saludos.