Todas las ausencias de la Navidad
atraviesan mi pulso:
siempre falta alguien
y hoy falta tu beso.
Enero llega irremediablemente
tras once uvas de ceniza
y gotas de turrón amargo.
Aún busco la promesa del cisne en tu cuello.
¿Cuándo desapareció la luz azul de nuestras manos
(mar que crecía hacia dentro en su movimiento alado)?
El color ha dejado de ser fugaz
para ser nieve de oruga en mis labios.
No estás
y el invierno se aleja, en su precipicio
de avestruces, hacia la luna
donde habitan los lugares de otros.
¿Estará allí tu lengua, coronando
estrellas cercanas y cráteres de mundo nuevo?
¿Dónde perdura tu aroma, si no está en mi aliento?
¿En qué plano del espacio tu imagen destruye todos mis recuerdos?
He oído llegar al futuro
desde mi burbuja de sol sin tiempo,
esperando, como siempre,
a que abras la puerta y vuelvas a decirme:
«Feliz año, amor mío… ¡Cuánto te quiero!»
Por Laura Villanueva.