Si escribes en el buscador de buscadores la siguiente expresión: ‘The Rory Gilmore book club’, te encontrarás de vuelta con nada menos que 49,200 resultados. No, no he revisado concienzudamente los 49,200 pero sí que he mirado en un buen puñado de las páginas y, efectivamente, todas son referencias reales a sitios web en los que se relacionan las obras literarias que aparecen en la serie Las chicas Gilmore, donde la gente comenta esos libros, donde se hacen apuestas para ver quién ha leído más de los títulos que aparecen en el show, etc.
Digo esto por si alguien todavía tenía alguna duda sobre el contenido marcadamente literario de Las chicas Gilmore y aún no se ha cruzado por mi camino para que servidora tenga la oportunidad de desmentirlo fervientemente. Para todos ellos allá voy.
Aunque tu acercamiento a la serie no haya sido de más de un capítulo, de un par de escenas apenas tal vez, es más que probable que hayas pillado a Rory, la adolescente protagonista, con un libro en la mano, leyendo un libro, comprando libros, hablando sobre libros, llenado su mochila de libros… Vaya, a la chica le gusta leer y le gustan los libros. Tocarlos, olerlos, sentirlos a su lado… Tanto le gusta que hasta encandila a sus pretendientes por esta extraña adicción que la convierte en especial, en una chica atractiva. En el mundo que Amy Sherman-Palladino crea para nosotros con sede en el pequeño Stars Hollow, una adolescente es capar de enamorar perdidamente al chico bueno que solo piensa en hacer deporte y estar con su familia o al inconformista rebelde de causa desconocida. Una adicta a los libros. Una empollona. Una nerd. Pero eso sí, con una espectacular melena castaña y sedosa, unos grandes y brillantes ojos azules. Ni rastro de gafas de pasta ni brackets ni espinillas en la cara. Un nuevo e insólito estereotipo.
A lo largo de las siete temporadas que dura la serie se hacen referencia a 340 libros que Rory ha leído desde pequeña hasta el momento que la dejamos (SPOILER ALERT) a punto de convertirse en corresponsal de política, a punto de cubrir su primera campaña electoral. Podemos acercarnos a esa lista como un reto (yo también puedo leerme esos 340 libros); como un examen (¿Cuántos de los 340 has leído tú? ¿Eh?). O como un análisis de la historia de la literatura. Lo cierto es que encontramos, literalmente, de todo. Muchos clásicos imprescindibles de Shakespeare a Joyce, de Tolstoi a Nabokov, de Dickens a Faulkner. Otro rasgo que tampoco sorprende: mucha literatura hecha por mujeres con las apariciones, entre otras, de Jane Austen, las hermanas Brontë, Sylvia Plath o Virginia Woolf, referentes para varias generaciones de lectoras y escritoras. Fundamentalmente, eso parece obvio, literatura anglosajona. Las referencias de obras en español son El Quijote, Cien años de soledad y dos títulos de Isabel Allende, Eva Luna y La casa de los espíritus. Entre las curiosidades, encontramos la aparición de la escritora puertorriqueña Judith Ortiz Cofer, que alcanzó cierta repercusión en Estados Unidos con The meaning of Consuelo, poniendo voz a una adolescente de su Puerto Rico natal. Esta es otra de las líneas protagonistas en la selección literaria de Rory, la literatura infantil y juvenil. Claro, antes de Homero, pasaron por sus manos cuentos de Lewis Carroll. Nos topamos también con algunas, aparentemente, ‘exigencias del guión’. No hay referencias a que haya leído toda la saga de Harry Potter pero sí dos títulos… cuyas películas se estrenaron durante el transcurso de la serie. Algo parecido pasa con El señor de los Anillos. También queda reflejado la pasión de Rory por el periodismo y la política con títulos de Tom Wolfe, Winston Churchill, Hillary Clinton y, (por cierto el último libro que aparece físicamente en la serie) Joan Didion, con su conmovedora obra El año del pensamiento mágico.
Voy a dejarlo porque va a parecer que tengo intención de comentar los 340 libros y, creedme, no es mi plan. Lo que sí espero es haber generado la suficiente curiosidad en los no iniciados como para ir ahora al buscador de buscadores a encontrar la dichosa lista y medir su grado de sex-appeal como lector.
Por Rosa Montero Glz.