Despertó en su cama con una extraña sensación y un aún más raro sabor en su boca. Sentía que sus movimientos no eran como de costumbre. Al girarse hacia el espejo que ocupaba toda la puerta de su armario vio a una enorme rata sobre su cama, una rata gigantesca, descomunal. Gritó. Pero fue un chillido agudo lo que salió de su garganta. Tardó unos segundos en percatarse de que ella era esa rata.
Unos golpes sonaron en la puerta: “Abre, Daniela”, decían al otro lado.
—No… no puedo…
—Abre.
No sabía qué había pasado, pero sí sabía que no podía dejar que la vieran en ese estado. Aunque desde fuera insistían y no tuvo más remedio que ceder. Con paso lento, temerosa, se dirigió hacia la puerta y, tras forcejear unos segundos con unas manos que aún no era capaz de controlar al completo, pudo quitar el pestillo y girar el picaporte.
Al abrir se encontró con una rata aún mayor que ella, en cuyas gafas reconoció a su padre.
—Verás querida, hay una cosa que queremos contarte desde hace tiempo.
Por Juan Antonio Hidalgo.
Jajaja, muy bueno!! Me gusta ese inicio a lo Metamorfosis y ese final abrupto y sorpresivo.
¡Muy bueno, Juan Antonio!
toma ya!! joder, vuelvo y me encuentro esto… brutal!
Muchísimas gracias a todos. Así da gusto…