Desde antes de que llegara Fernando III, el Santo, existe este mercado al aire libre. Actualmente se instala en la calle Feria, aproximadamente desde la plaza de Monte Sion hasta el cruce con la calle Correduría. Se venden antigüedades, objetos de segunda mano, baratijas, libros viejos, monedas de todo tipo, basuras varias, trozos de cosas, trajes de flamenca con miles de horas de feria, revistas pornográficas muy manoseadas, cómics, juegos perdidos, películas pornográficas muy vistas, sellos, medallas, imágenes religiosas muy rezadas y un largo y transitado etcétera.
Se pueden observar cien caras por minuto, en ambos sentidos de la calle. También hay un interesante murmullo, algún cante flamenco, una guitarra desafinada, risas sobreactuadas, varias ofertas en susurros al pasar, muchos regateos subidos de tono.
Los olores en cambio no son tan variados. Es uno o dos, producto de la mezcla del aire en la estación del año correspondiente, algún perfume pasajero, el sudor y la cerveza. No son del todo desagradables, según el momento.
El tacto es más complicado. Conviene reservarlo con las manos en los bolsillos.
Existe una Asociación de feriantes de el Jueves. Quienes trabajamos en la calle Feria solemos hablar con ellos. Algunos decidimos tener los jueves de mañana libre para evitar incompatibilidad de actividades.
En tres momentos esos mercadillos, mi hijo y yo nos hemos cruzado. Cuando lo llevaba al colegio solía detenerse a comprar algún muñeco articulado de superhéroes, ahorraba toda la semana unas monedas y con ellas regateaba hasta que logró juntar a toda La Liga de la Justicia. Otra vez, de adolescente, cuando no quise darle dinero para una fiesta, lo vi llevar su patinete y venderlo para conseguir lo que quería. Un año después, cuando yo escribía Estuario, me consiguió la película La batalla del Río de la Plata; fue esencial para entender la historia del Graff Spee y que fuera una de las claves de la novela.
Por eso creo que lo que realmente importa en una ciudad son los cruces. Esos instantes que terminan por definirnos frente a un pequeño lapso de tiempo, con una persona querida y que genera un recuerdo que sólo nos importa a nosotros.
Por Joaquín DHoldan.