Se ha levantado el viento. Arrastrando papeles, formando fantasmas de polvo y haciendo crujir las hojas de los árboles de la plazoleta.
Ya vuelve la noche. Desde la azotea juego a adivinar tu coche entre la sierpe luminiscente que abandona la ciudad. Tu cuerpo entre ese montón de partículas elementales.
Te has ido. Paseaste tu mirada por la espartana soledad del piso, frío y desolado como solo pueden estar los lugares sin ti. “Se parece a Escocia”, dijiste señalando una mancha de humedad del techo. Y yo no supe qué contestar. Las dos maletas con mi ropa y la caja con mis libros levantando un muro entre nosotros, erizado de silencios y concertinas, mientras el salón se iba entenebrando poco a poco.
Te has ido. Has consumado mi destierro en este extraño lugar. Ni siquiera te he acompañado a la puerta, me he quedado mirando Escocia mientras tus pasos en fuga mecanografiaban el pasillo, y cerrabas la puerta tras de ti, desamueblándome.
Te has ido. Te has llevado tu olor, tu huella en mí, y esa cicatriz con forma de equis de tu hombro derecho que tantas noches he besado sin llegar a entender nunca, sin comprender del todo qué podía poner yo de este lado para que nuestra frágil ecuación se sostuviera.
Te has ido. Y desde hace días solo sirvo para contemplar desde la altura el absurdo teorema del mundo, arrumbado a este lado del signo igual. Restado. Dividido. Solo para que a ti te salieran las cuentas.
Por José Antonio Millán Márquez.
Escocia…. Ni la Lonely Planet te la cuenta mejor. Triste pero brillante.
¡Gracias, Alex! Un saludo.