-Las guerras se ganan en las montañas.
-Otra vez la dichosa frasecita. ¿Eres el loro del capitán o qué? Esto es insufrible, carajo. Cuando bajemos, si es que lo hacemos alguna vez, vamos a estar todos llenos de garrapatas por dentro y el éxito nos va a durar una cuarentena de fiebre y luego, a la fosa todos. Montañas…
-Antes se ganaban de abajo a arriba. Los castillos y todo esto. Ahora, al revés. Imagínate los cruzados con aquellas armaduras y con el aceite hirviendo que les tiraban desde las almenas.
-Eso es en las películas.
A Gago y Rosu, que miran el valle desde lo alto, con su pueblo horizontalizado y aún dormido, les habla un tercero desde una línea más atrás.
-Que no me tiréis al 8 de la calle Remera, que vive allí mi prima Gene; hijoputas, no tiréis, esa os la saltáis, eh, que os corto los…
-Ya, ya. Que ya nos hemos enterado.
Gago y Rosu soplan de hartazgo un aliento anisado y vegetal que se hace nube blanca en la oscuridad y el frío de las seis de la mañana.
-Apestamos a abubilla.
-A lo mejor ya somos abubillas. O zorros.
-O algún bicho peor. Los zorros o las abubillas por lo menos matan por comer. Nosotros… Ya se me ha olvidado hasta por qué matamos.
-Por la causa.
-¿Y eso qué es? Antes de la causa siempre tenía la camisa limpia y los calcetines secos. Y mira ahora. Mierda de montañas. Huele, huele…
Rosu le pone cara de asco a Gago. El sol les hace un primer guiño naranja al fondo. Una línea misteriosa se tira perfecta desde el horizonte y recorre el valle. Es la hora.
-Pendejos de mierda, ca-lle Re-me-ra, 8. Esa os la saltáis…
-¿Ramera? ¿Prima? Vale, vale.
Les tiran una pedrada, que suena hueca sobre la chaqueta acartonada de Rosu, que ya ni se inmuta. Se ponen de rodillas y aprietan los fusiles contra los pechos en una coreografía de ola que va desde la primera línea hasta más allá de las jaras. Alguno escupe la coca que todos andan masticando desde hace rato.
-Se ha levantado el romero.
-Le pondremos así a la revolución. La revolución de los romeros. O de las jaras. O de las lavandas. Algo que huela bien.
-Mejor la revolución de la coca… Hubo una de claveles, ¿no?
-Algo así. El caso es que no suene a sangre o a pólvora. Qué embusteros. También le podemos poner así, la revolución de los embusteros.
-No seas cenizo, justo ahora…
Gago levanta su mano derecha hacia el cielo, que todavía está partido en negro y naranja. Detrás nota la jauría agitándose. Pasan unos segundos interminables hasta que da la orden. Y empieza la carrera justo cuando abajo, de la maqueta congelada en el tiempo que es el pueblo, se desmarca por la calle principal hacia afuera un viejo sobre un mulo.
-¡Las guerras se ganan en las montañas, abubillas!
-Pero de qué mierda hablas…
Por Álex Prada.
Bonito final, con las sabias palabras de alguien que lo ve desde fuera, como se suele decir “los toros desde la barrera son menos toros”, ¿las guerras desde las montañas serán menos guerras?