Es en las cuerdas
de tu guitarra
en donde resuena el mundo.
Notas dulces
y suaves son como la miel
y me lamen.
El sueño, el placer,
noches de verano
entre risas con amigos
cerca de Corinto
o yendo a Albania,
tan lejana
y tan soñada,
a donde me llevan mis pasos
mientras duermo
y te escucho
en busca de tu bálsamo
y tu furia
que necesito para conquistar los prados,
los bosques de tu sonrisa,
el altar de tu iglesia,
los ídolos de tu corona
y las calles
con mi voz
y mi grito atronador resonando
sobre tu música,
yo cantante tenor o bajo
acompañando
o mudo.
No hay dolor que no sucumba
a tus acordes,
ni herida abierta que no sane.
Llégate a mí siempre, vida mía,
cuando esté como ahora
dolido, a punto de no poder
sobrevivir al nuevo envite
del tiempo y la pérdida.
¿Qué temor no huye
ante tus canciones,
qué esquina no se dobla,
qué cuesta no se allana,
qué muro no cae?
Visítame, ven ya,
hoy, ahora,
desde el no-espacio,
la no-distancia, el no-ser
a mi alma.
Ayúdame música
y tú.
Por Ricardo Muñoz Carrión.