Al principio no había nada. Sólo desorden. Desorden y caos. Y oscuridad.
Entonces, en aquellos tiempos, todo era maravilloso.
Después llegó el Señor.
Él hizo que apareciese la luz. Provocó el terror.
Puso orden en el desorden. Eso provocó el pánico.
Y el Señor hizo que desapareciese todo lo que hasta entonces existía.
E hizo aparecer seres nuevos, extraños, que zumbaban y nos atemorizaban.
La vida ya no era la que habíamos conocido.
Ese, precisamente ese, fue el principio del fin.
Y cuando el caos, el desorden y la oscuridad ya no existían, cuando todo nuestro mundo había desaparecido por completo, extendió una profunda y espesa niebla sobre todos nosotros.
Así fue como el Señor convirtió el viejo local en un restaurante y como las cucarachas fuimos exterminadas.
Por Juan Antonio Hidalgo