El otoño huele a mandarina,
eso pienso cuando llega la hora
del postre y la incógnita de la piel
me pone en alerta.
De un extremo al otro del hule la
igualdad matemática entre el tiempo
ausente y el que no puedo cortar es
una ecuación en la cuerda floja.
Te espero.
Elevada al cuadrado.
Con el número pi entre los labios.
En una operación infinita de pulmón
herido y álgebra azul.
La vida sigue siendo esa ecuación que llora
y grita desnuda sobre el barro.
Tu ausencia, un número primo frío y solo.
Por Raquel Egea.
me gusta!!! El otoño huele a mandarina, Proust chúpate esa!
Eh, master! zenkiuverimach!
investigaré el tema de introducir la mandarina en el mundo magdalenil 😉
un abrazo!