De nuevo la noche.
Unas escaleras de madera medio moribundas
emiten un grito felino que casi araña.
Ya sube.
Una puerta se abre y una boca se cierra
sobre otra boca.
El tiempo sangrará como un dios pagano y las
horas serán lápidas en las que esculpir a golpe
de orgasmos mentiras para callar
verdades.
Omitirán así la vida que palpita fuera y se
va perdiendo.
Las sábanas se arrugan alrededor de dos
cuerpos desnudos recién nacidos.
Sexos flamígeros e intermitentes inundan de luz
las cuatro paredes de una habitación oscura,
invisible a los ojos de los demás.
Una boca que se abre y otra que parece beber de ella.
Sigue la noche.
Una mano aún temblorosa se abrocha, con el último
aliento de vida que le queda, el sujetador.
La otra, busca las bragas que su marido le regaló la semana pasada.
Cae la noche y se cierra una puerta.
Por Raquel Egea.
Tremendo en lo sensorial. Se oyen los escalones, se siente el temblor de las manos, la sensación de las sábanas en la piel. Bien hecho Raquel 🙂
Gracias, compi! Me alegra que te haya gustado y que los versos se “oigan”, es la intención que pretendo al escribir.
Un besote!
encabalgamientos muy bien barajados… lo de las bragas del marido, jooo… enhorabuena
Gracias, Álex! Me alegra que te haya gustado 🙂