El lugar era perfecto.
El ángulo exacto.
A un lado, la puesta de sol.
Al otro, los árboles frondosos.
Ante mis ojos, el plácido fluir del río.
Verde
El día fue intenso
y el camino hasta allí demasiado largo.
Me puse la chaqueta.
Me senté en la escalinata.
Paré a escuchar mi respiración.
Rojo
El sol seguía bajando.
Los árboles bailaban sus hojas al viento.
El río transitaba manso.
Quería sonreír sin parar
Quería que durara eternamente
Quería anclarme a aquel momento.
Y cuando quise darme cuenta
Había cambiado el semáforo.
Por Rosa Montero Glz.