El dentista me puso el diente y sonreí por primera vez en muchos meses. Era el punto final de toda aquella historia. Me estaba olvidando de su cara a pesar de lo mucho que la había querido. Fue una desgracia, una serie de malas decisiones que nos hicieron caer en este olvido. Dentro de poco no quedará nada.
El problema comenzó porque estábamos en crisis. Llevábamos un año de relación, es un período horrible; el más difícil, porque para una relación corta es mucho tiempo, pero para una relación larga, es poco. Estábamos en un punto clave: o dábamos un paso que nos uniera o nos separábamos. Entonces se me ocurrió lo del camping, una idea de mierda. A mí no me gusta la playa, en mi vida me fui de campamento, pero me imaginé solos adentro de una carpa, teniendo sexo a todas horas, con los pajaritos y los grillos. Mi amigo Daniel me prestó una carpa y no me dijo que era para ocho personas, era enorme, fue un gran esfuerzo llevarla en el autobús; para peor, nos pasamos y tuve que arrastrarla un montón de distancia y le hice un agujero en el forro. La madre de mi amigo no me habló más, cuando se la devolví así, rasgada. Además no supe armarla; ella se puso y logró hacerlo sin mi ayuda, pero -nunca entendí el motivo- algo en su cara cambió, estaba desilusionada, era como si me viera como un inútil. Salimos a caminar y estábamos tan en lo nuestro que llegamos a Piriápolis, luego volvimos, también a pie. Fue una paliza de kilómetros, llegamos reventados y nos acostamos a dormir. Ella se durmió tan profundo que hizo un movimiento brusco, supongo que estaría soñando, y me pegó un cabezazo en la boca, con la parte dura del cráneo, me cortó un poco el labio, sentí como un relámpago en el diente, pero luego nada más, apenas se hinchó un poco, fue repentino, quedé medio noqueado por el golpe. Ella ni se enteró, no se despertó siquiera, luego no le conté nada… le dije que me había mordido durmiendo. Al otro día fuimos a la playa y discutimos por una idiotez, ni me acuerdo, incluso estábamos de acuerdo, pero había una pequeñez que nos pusimos a defender como si nos fuera la vida, lo resolvimos haciendo el amor en el agua, y creí que eso solucionaba todo pero fue peor, fue como una bajada inexorable. Esa noche hubo una gran tormenta, la carpa se inundó y se nos mojó toda la ropa. Al otro día, húmedos y sin dormir, nos fuimos antes del campamento, comimos una lata de sardinas que le cayó fatal y vomitó durante el viaje de vuelta. Llegamos por la tarde y nos despedimos en la terminal de autobuses. Cada uno a su barrio, bajo la llovizna, un día gris. No le dije para acompañarla porque noté que estaba deseando perderme de vista. Al otro día tenía el labio más hinchado. Me había matado el nervio del diente. Se me puso negro, tuve una infección. Tenía una fractura vertical. Cuando pude juntar el dinero para tratarlo, era tarde. Me lo tuvieron que sacar. Estuve unos cuantos meses con ese tema. Apenas salía y, por supuesto, no sonreía. No quería hablar. Tiempo después escuché un mensaje de ella en el contestador automático de mi casa. Quería que nos viéramos. Por supuesto que no le respondí. En ese campamento no solo se me murió el nervio de un diente. Matamos al amor que nos quedaba. Porque estoy casi seguro de que nos amamos. Lo que pasa que todos creen que el amor aguanta todo y es al revés, es muy frágil: si se fractura, no tiene arreglo.
Por Joaquín DHoldan.
Genial Joaquín, como siempre … Besos!
a vos!
ESte no lo había leido nunca. Muy bueno. Excelentes apuntes, con un dejo de humor como no podía ser de otra manera y una gran reflexión final.-