(Atención, spoilers)
Si a estas alturas seguís empeñados en no dejaros convencer, después de este artículo no tendré nada más que decir. De verdad. Pero antes de rendirme, quería explorar un poco más a fondo la experiencia literaria dentro del discurso audiovisual planteado en un capítulo de Las chicas Gilmore.
Hombre claro, no iba a elegir un capítulo cualquiera. Elijo uno donde el escenario esté al servicio de la literatura. A tale of Poes and Fire, capítulo 17 de la tercera temporada de la serie, gira en torno a la decisión de Rory sobre qué universidad escoger al haber sido admitida en Harvard, Yale y Princeton. Mientras tanto, en Stars Hollow se celebra una convención anual de la Edgar Allan Poe Society, una agrupación de aficionados a la obra del escritor que se reúnen de vez en cuanto para compartir impresiones, realizar lecturas de la obra de Poe o, incluso caracterizarse como sus protagonistas. Todo muy normal hasta ahora ¿no? Como dice uno de los miembros de la sociedad “Esto es solo un hobby. No somos unos freaks”. Los miembros de la Edgar Allan Poe Society (o la Deberían esterilizarme para que nadie herede mis manías society, como la bautiza el recepcionista de origen francés Michel), se alojan de el Independence Inn, el hotel que regenta Lorelai Gilmore. Por la noche realizan una lectura de The Raven en el salón multiusos que es la escuela de danza de Miss Patty, a cargo de dos aficionados caracterizados como Poe. Mientras, Lorelai y Rory bromean sobre lo oscuro del universo del autor y su afición a la bebida. Todo sigue siendo normal. En cualquier serie de adolescentes, cuando el americanito de turno se enfrenta al momento de elegir universidad, charla un rato con Edgar Allan Poe sobre las virtudes de elegir Harvard ¿verdad?
Mientras, Paris, (ese personaje al que nadie puede definir, simplemente, es Paris), la compañera de instituto de Rory, lleva días sin salir de su cama, donde consume compulsivamente culebrones de hospitales, tras conocer la noticia de que no ha sido admitida en Harvard. Rory va a verla para decirle que no puede pasarse toda la vida en la cama. “Proust escribió 3000 páginas de En busca del tiempo perdido en la cama”, contesta “si a él le sirvió puede servirme también”. De nuevo, la típica conversación entre adolescentes en una serie americana ¿a qué sí?
La naturalidad con que las referencias literarias fluyen en la conversación pone de manifiesto que forma parte intrínseca del ADN de la serie. De hecho, muchos capítulos, como este mismo, están planteado con una estructura similar a la de un relato de Poe con happy ending eso sí, introduciendo el elemento del incendio en el hotel donde todos están alojados; comenzando con un gato callejero que se cuela en el hotel y que, al final del capítulo, es lo único que sobrevive al fuego.
Aún así, y llegados a este punto, debo confesar que mi parte favorita de A tale of Poes and Fire no tiene que ver con la literatura sino con el cine. Lorelai va a casa de Luke (el personaje encargado de poner la tensión romántica en la trama argumental de la protagonista) para pedirle alojamiento. Tira piedras a su ventana mientras le grita “Stellaaaaaaa” y cuando Luke le pregunta por qué no está en casa ella contesta: Home? I have no home. Hunted… despised… living like an animal. The jungle is my home!…
Y ahora si queréis empezamos a hablar de Las chicas Gilmore y el cine… ahí lo dejo.
Por Rosa Montero Glz.