Es un día luminoso y frío, el primer día del mes octubre, y los relojes dan las trece.
Winston trabaja en silencio en las próximas noticias atento a su telepantalla en el Ministerio de la Verdad. El Miniver, como es conocido comúnmente, se encarga de las noticias, los espectáculos, la educación y las bellas artes y en su interior, en el Departamento de Registro, Winston recuenta a sus conciudadanos la verdad del momento.
En su telepantalla aparece una nueva noticia: El Congreso debate si derogar la Ley Mordaza o reformarla. Salvo el PP, todos coinciden en que ha llegado el momento de corregir los excesos de una ley tremendamente injusta que está recurrida ante el Tribunal Constitucional. Winston sabe que se trata de un trabajo delicado y especialmente seleccionado para él, un veterano con una considerable experiencia. Decide que para recontar una noticia así lo mejor es abrir dos polos complementarios y opuestos. Así que teclea en su telepantalla: Messi marca tantos goles como todo el Madrid. Seguidamente vincula este titular con una entradilla gancho: Cinco claves para la crisis del Real Madrid en la Liga.
Winston se reclina un momento en su silla y sonríe satisfecho. Sabe bien que ya nadie, o bien pocos, harán caso de la noticia considerada peligrosa.
Según recoge la última edición del Diccionario de Neolengua el concepto recontar hace referencia a camuflar una noticia, ya sea esta verdadera, falsa o posverdad, en medio de noticias de segunda o tercera fila.
La idea de recontar nació tras un análisis hecho por el Ministerio del Amor acerca de la rectitud moral y la lealtad de los ciudadanos, cuyo resultado no podía resultar más desalentador: la mayoría de los individuos interrogados, torturados y estudiados se mostraron pésimamente afines al Gran Hermano y más que dispuestos a quebrantar y burlar sus leyes, cuidado y vigilancia. Por otra parte, el resultado final de la reeducación y condicionamiento en el cuerpo de los crimentales parecía no dejar muy buen sabor de boca al resto de ciudadanos, quienes fingían creer al Partido más que creer de veras en él.
Ante Winston aparece una nueva noticia para recontar: La Eurocámara censura una exposición de viñetas sobre el 60º aniversario de la UE, puesto que algunas de esas obras no han gustado en el Parlamento Europeo, por ejemplo, las caricaturas que hacen referencia a la política monetaria, la gestión de la crisis griega o el tratamiento a los refugiados. «Ésta es fácil», piensa: nadie se toma ni un segundo para prestar atención a algo relacionado con Europa. Con un simple clickbait es suficiente para distraer la atención, así que escribe: Los trucos de Shakira para tener un cuerpo 10.
Otro escollo superado en esta jornada. Nostálgico, Winston mira hacia días pasados, esos días en que no tenía fe en el Gran Hermano y en que su mente le jugaba malas pasadas dudando acerca del Partido. Con una mezcla de alegría, dolor y orgullo recuerda las palabras del buen O’ Brien, su torturador y salvador: «Eres incapaz de recordar los acontecimientos reales y te convences a ti mismo porque estás decidido a no curarte. No estás dispuesto a hacer el pequeño esfuerzo de voluntad necesario».
Hasta hace unos años el Partido y el Bien Amando Líder creían que controlando todos los documentos y controlando todas las memorias controlarían el pasado. Que sería tan simple como alargar la mano hacia el pasado y decir que este o aquel acontecimiento nunca había ocurrido.
No tardaron en darse cuenta de que era todo un gran error.
En la telepantalla aparece otra noticia. El Congreso dictamina que el Gobierno creó una policía política para atacar a sus rivales. Y Winston teclea: Carmen Lomana pone patas arriba Telecinco al revelar un bochornoso secreto de Belén Esteban.
Marx escribió: «La historia ocurre dos veces; la primera vez como tragedia y la segunda como farsa». Los altos cargos del Partido, el Gran Hermano, todos pensaron que esta idea era brillante. Más allá de la persecución de las ideas, mejor que la represión y la tortura, era crear un espectáculo.
Distraer la atención.
El Gran Hermano ya no debía vigilar. El Gran Hermano debía entretener.
Más noticias. Una cascada de problemas en cadena.
La Iglesia anula como docente a una profesora por estar separada y recurrir a la fecundación in vitro. La brecha social crece con 58.000 nuevos ricos y 1,4 millones de pobres en cuatro años. La pesadilla inmobiliaria del mes: vivir en un búnker de 25 m2 por 500 euros. Cómo los hijos de los ricos se quedan con los trabajos que exigen talento.
Pero Winston no tiembla, se sabe preparado y listo para no fallar. Y escribe. Todas las operaciones de la Reina Letizia. 36 fotos perfectamente sincronizadas. El vídeo de María José Campanario que nos ha dejado con la boca abierta. Éste es el reloj de los famosos del que todo el mundo habla.
Esta idea del espectáculo no era para nada nueva. Cuando los emperadores romanos tenían problemas con el senado, o con su propia familia, organizaban juegos para la plebe. El panem et circenses describe la práctica de un gobierno que, para mantener tranquila a la población u ocultar hechos controvertidos, provee a las masas de alimento y entretenimiento. Siglos más tarde, una vez terminada la Guerra de Independencia, y ante las demandas de los liberales constitucionalistas, Fernando VII cerró las universidades y abrió plazas de toros. Al pueblo, pan y toros. Hace unos años atrás el llamado Pacto de Nochebuena, entre distintas plataformas televisivas de pay per view, llevó a que Aznar declarara el fútbol como «bien de interés nacional» para que el público disfrutara de partidos en abierto y gratuitos.
Una noticia más que soterrar. Aumenta la tensión entre el Gobierno y los independentistas. Y Winston que incorpora en la noticia un nuevo clickbait. Gana un iPhone X.
O’ Brien sonríe a Winston. Pone su mano sobre el hombro; le felicita. Por su tesón. Por su trabajo bien hecho. Por seguir con una buena tradición que arranca desde los tiempos de la antigüedad de Roma. Por asistir al Partido. Por ser una de las columnas del Gran Hermano. Dos lágrimas le resbalan a Winston por las mejillas.
Ama al Gran Hermano.
Por Roger Mesegué.