Aquí yo. Les habla el muerto.
…
Ya está dicho. Disculpen, es que no quiero sorpresas de último párrafo. Esto no es un curso de escritura creativa. Esto soy yo. El yo que me resta. Un residuo de actividad cerebral que no encuentra silencio, que no halla esa paz tan deseada. Todo lo contrario. Una insólita verborrea lo inunda todo: sustantivos, adverbios, adjetivos, pronombres… Estamos hechos de palabras. Soy la prueba no viviente de ello y el verbo me acompaña en este último viaje.
¿Último viaje?
Por última vez o no, viajar, viajo en coche. No lo sé, lo siento. Podría decir (de hecho es lo único que puedo) que incluso vislumbro el paisaje. Como cuando era niño y viajaba en la parte de atrás de la furgoneta de mis padres y una mínima rendija de luz proyectaba el paisaje en las paredes de chapa. Como una película en negativo. Sombras. Magia. Infancia. Me maravilla que en mi estado, avanzando hacia la descomposición, todavía tenga memoria. Será que, además de palabras, somos recuerdos. Aunque, ¿no son acaso los segundos éstas primeras? Vaya, también puedo filosofar.
Si aún estuviera vivo les diría que este es el viaje en coche más particular de mi vida. No el más divertido (nada comparable a viajar cantando canciones con tus hermanos), ni el más romántico (nada equiparable a viajar sin destino, cuando lo único importante no es el dónde sino el quién), ni el más tierno, ni siquiera el más triste. Por supuesto que no. Sólo el más particular.
Y pregunto. Por qué no me dejan disfrutar de él. Por qué no bajan las ventanillas. Por qué no abren la caja. Por qué no me dejan sentir en el rostro el aire fresco que desafía la autopista, el aire fresco de los 120 kilómetros hora, de los adelantamientos a camiones, de los cambios de rasante, el aire de carretera, de 200 kilómetros (cien ida, cien vuelta) del día a día. Cuando era mío el día a día.
Ojalá pudiera dejar de hablar, de pensar. Ojalá dejara de ser palabras. Lo que yo quiero es coger el volante, tomar la primera salida y emprender el camino de vuelta. Y que volviera todo al principio.
Por Patricia Nogales Barrera.