“El lento es aquel, contra lo que pueda parecer, que no pierde el tiempo, porque no se le escapa en multitud de actividades, es aquel que lo gana, que se adueña de él”
09/07/18. Palabra de Gatsby. Enlace a la entrevista.
Por David González Domínguez.
Maribel Andrés Llamero (Salamanca, 1984). Realiza su tesis doctoral en Filología Hispánica en el ámbito del estudio del bilingüismo literario luso-español en la Universidad de Salamanca, donde además fue cuatro años becaria FPI. Licenciada también en Filología Portuguesa y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, trabaja como profesora asociada de literatura brasileña en la Universidad de Salamanca, al mismo tiempo que imparte clases de lengua y cultura españolas a extranjeros. La vida académica la ha llevado a vivir en París, Río de Janeiro, Buenos Aires y Lisboa. Como creadora ha representado piezas breves de dramaturgia, ha participado en recitales poéticos, en el XIX Encuentro de Poetas Iberoamericanos (2016) y dos poemas suyos han sido publicados en sendas antologías. Ha sido finalista en concursos como el Premio de poesía Gerardo Diego (2015), el Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador (2016), el Concurso de microrrelatos Universos mínimos, o el Concurso internacional de poesía Al aire de tu vuelo (2017), entre otros. La lentitud del liberto (Maclein y Parker, 2018) es su primer poemario publicado.
– Para comenzar con una idea potente. ¿Qué es para usted la poesía?
Más que tratar de explicar qué es para mí, -pregunta difícil donde las haya-, puedo decir más bien cómo la vivo. Para mí, la poesía, escribirla pero también leerla, me ayuda a pensar, a comprender cosas que de otra manera no comprendo o no comprendo con la misma claridad: si algo es, es un lugar de luz. No se trata de ver las cosas de otra manera, sino de verlas como realmente son. La comunicación a través de la poesía es diferente, menos racional, más corporal, por eso es más eficaz, es un aprendizaje más significativo. Yo tengo la sensación de que sólo he entendido verdaderamente la dimensión humana de muchas experiencias, incluidos momentos históricos, cuando he leído literatura, cuando los poetas han hablado.
– Usted no había publicado ningún libro de poemas hasta el momento, sin embargo, ha participado en muchos certámenes poéticos y formado parte de alguna que otra antología. ¿Por qué considera que ahora es el momento para publicar un libro propio?
Me gusta siempre decir que la publicación del libro surgió de la mejor manera posible, espontánea y naturalmente, cuando fue su momento. Llevo garabateando folios desde que tengo uso de razón y, aunque siempre se escribe tanto para una misma como para los demás, un exceso de pudor me impedía dar el paso, ir hacia lo hondo. Porque entiendo que un poemario, frente a un poema aislado, tiene una estructura mucho más compleja, en la que los poemas dialogan consigo mismos, y como obra tiene que ser redonda, cerrada. No me parecía sencilla esa tarea y, ante todo, no quería precipitarme, quería estar segura de que los poemas se sustentaban unos a otros, con sus propios cimientos, que como creación total podía ser sólida.
– ¿Cuál es el germen de La lentitud del liberto (Maclein y Parker, 2018)?
Como decía antes, suelo acudir siempre a la escritura -especialmente a la de poesía- para comprender, para desvelar. He vivido, he sentido cosas que necesitaba explicarme a mí misma. Lo que sucedió con este poemario es que una tarde de hace algo más de un año, comencé a releer muchos de los poemas que tenía guardados y descubrí que había algo subterráneo que unía a varios de ellos, como si una misma idea hubiera estado pugnando por salir durante largo tiempo. Estoy pensando en unos versos de un autor que me encanta, Juan Antonio González Iglesias, que dicen “soy un hombre en creciente desacuerdo/ con su época”; y en algunos de los poemas que encontraba había mucho de eso, de mujer en desacuerdo con su tiempo, de desequilibrio, de desencuentro. Los fui entresacando, reuniendo, eliminando los que no seguían del todo el hilo, o los que me costaba encajar, los corregí muchísimas veces, los reordené, los puse bocarriba, bocabajo, hasta que la estructura me pareció suficientemente estable. En ese sentido, no hubo una decisión primera como motivación del poemario; de hecho fueron escritos en distintas épocas, momentos e incluso en diferentes países. Ciertas experiencias, cada una en su momento, me sentaron frente al papel. Únicamente los versos que componen la segunda parte del poemario los escribí ex profeso: una vez que todos los poemas caminaban hacia una única dirección, quería darles una conclusión acorde a mi sentir. Quiero decir que el libro sin esa última parte habría adolecido de un cierto pesimismo que no comparto: siempre he creído en la posibilidad de la resistencia, aunque esta a veces no pueda ser sino íntima y pequeña.
– ¿Cómo surge la posibilidad de publicar este poemario con Maclein y Parker?
Publicar con Maclein y Parker es de lo mejor que nos ha podido pasar a mí y al libro. La cabaña -símbolo de la editorial- acoge dentro de sí a unos editores maravillosos, que han hecho con mis poemas un objeto precioso al que me consta que cuidan mucho, muchísimo. Sin embargo esto es algo que he descubierto ahora. En su momento lo que sucedió es que, cuando decidí que era el momento de enviarlo a una editorial, estuve buscando en mi memoria y en las librerías alguna que me gustara particularmente, con una línea editorial en la que pudiera encajar mi poemario. Envié el manuscrito a Maclein y Parker, lo aceptaron y aquí estamos: una más en la cabaña.
– Este poemario habla de la necesidad de la resistencia como fundamento para ganar la batalla contra la inestabilidad social, política y moral en el mundo actual…
Habla de todo eso sí, de un malestar en relación a cierto modo de vida, ciertos patrones sociales, morales que, en muchos casos, alejados de una visión humana de las cosas, producen insatisfacción e infelicidad. Esa idea me llevó a cuestionarme sobre las formas, los medios, los límites, y a entender que uno puede verdaderamente enfrentarse, resistir íntimamente -las batallas más importantes se libran siempre en la intimidad-. Empezando por una de las palabras del título, la lentitud, que para mí es tan importante. El lento es aquel, contra lo que pueda parecer, que no pierde el tiempo, porque no se le escapa en multitud de actividades, es aquel que lo gana, que se adueña de él.
– Este poemario no permite una lectura tranquila ya que en muchas ocasiones se dirige al propio lector y le hace cómplice de su perspectiva…
Ciertamente no es una lectura nada tranquila, al contrario. Hace poco leía que la poesía no era para cobardes y, efectivamente, necesita lectores atrevidos: quien se atreve a entrar en un poema debe ser consciente de que es probable que no salga indemne y, si sale cambiado, o sintiendo al menos que hay algo más de luz sobre las cosas, esa será la pequeña gran victoria de lo poético. En este poemario en concreto, además, salvo en un par de ocasiones en que aparece la primera persona, en el resto se borra para que quedes tú frente al significado de los versos. Y es que estos poemas pretende conmover, no en el sentido que remite a la ternura, sino en aquel que se refiere a la alteración, a la perturbación del ánimo.
– Hace poco se ha publicado una segunda tirada del poemario. ¿Esperaba esta buena acogida para un primer poemario?
He entrado al mundo editorial tímidamente con todas las reservas y pudores, así es que no, la respuesta más sincera es no. Pero lo cierto es que desde que lo envié a Maclein y Parker este poemario no ha dejado de darme alegrías, satisfacciones personales que no podía ni imaginar.
– Para terminar, ¿tiene algún proyecto en marcha o próximo a ver la luz del que nos pueda adelantar algo?
En este momento y hasta mediados de julio se está representando en Barcelona un texto de microteatro que escribí, titulado ‘Felices 25’. Por lo demás, tengo varios frentes abiertos y, de entre todos, creo que el que más me ilusiona es un poemario sobre Castilla, sobre mis abuelos, sobre la tierra, sobre los orígenes. El poeta Antonio Colinas en su prólogo -precioso, otra de las alegrías de este libro- comentó visionariamente, o más bien como gran lector que es, que había en los versos de ‘la lentitud del liberto’ ciertas raíces telúricas que tal vez fuesen a ser desarrolladas en libros futuros. Acertó. Acertó de pleno.