Te aburres. Enciendes la caja. España se rompe. Bajas al chino. Compras la bandera. La cuelgas en el balcón. Y ahora qué.
Ahora todo el mundo sabe que eres español. Y español. Y muy español. Sabe que estás dispuesto a dar la vida por tu país. Que sientes la camiseta. Que eres peligroso. Menudo eres tú.
Te aburres. Bajas al bar. Te cruzas con un cartel publicitario en el que aparece José Manuel Soto, sonrisa en boca, guitarra en mano. La leyenda, sobre una bandera roja y gualda, reza: «España está de moda. Piel de Toro. Sevilla. Orgullosamente españoles».
Claro que sí, cojones. Pero qué se han creído éstos.
Te aburres. Trincas el codo en la barra. Y dices: «Claro que hay que votar. Pero deberíamos votar todos». Y todos te entienden porque saben que eres un tipo comprometido. Saben que te importa mucho lo que ocurre en el Mar Menor. O la industria pesquera gallega. O el paro en el municipio extremeño de Higuera de la Serena. Saben lo organizadito que eres con los albaranes y las facturas. Saben los miles de contenedores que quemaste cuando:
- Rescataron a los bancos.
- Recortaron salvajemente en sanidad, educación y derechos sociales.
- Asfixiaron a la clase media y baja de este maravilloso país.
- Se demostró que nos han robado. Que nos están robando. Que nos robarán.
Te aburres. Subes del bar. Pip. Pip. Coges el móvil. Unos tanques por la carretera. A por ellos, oé. A por ellos, oeeé. Un boleto de lotería con la foto de un antidisturbios, sonrisa en boca, porra en mano. Y un número, el ciento cincuenta y cinco, que va a caer muy repartido. Ja, ja. Y ja, ja. Claro que sí, cojones. España no se rompe. Y sacas pecho paloma. Y lanzas un cacahuete al aire. Y lo recoges con la boca. Sin intermediarios. Y te rascas un huevo.
Te aburres. Sales al balcón y acaricias el trozo de tela. España son toros. Sevillanas. Paella. Y Almodóvar. Bueno, Almodóvar, no. Menuda maricona. Enciendes la radio. Alguien dice que ojalá todas las banderas nos las metiésemos por el culo y tuviéramos otro concepto de patria. Pero qué coño. Giras la rueda. El dial avanza. Alguien dice que la solución debe pasar por un diálogo honesto. Y que ojalá soplase un viento tan fuerte que se llevase todas las banderas de los balcones y acabasen conformando una línea de vida sobre el estrecho de Gibraltar, de tal modo que todos los africanos y sus animales exóticos, pudiesen pasar en tropel y ocupar el país. Así aprenderíamos. Pero qué coño. Menuda maricona. Giras la rueda. Alguien dice que la ley es igual para todos. Y que la ley está para cumplirla. Claro que sí, cojones. Eso es. Lo sabe bien tu abogado. Y tu asesor fiscal. Y todos tus trabajadores, ¿verdad?
Te aburres, Antonio. Te aburres.
Por Carlos Torrero.