Todo lo que cabe en el espacio angosto de una espera.
11/07/17. Libros prohibidos. Enlace al artículo.
Año: 2017
Editorial: Maclein y Parker
Género: Poesía
Valoración: Muy recomendable
Todo lo que cabe en el espacio angosto de una espera
Qué pasa mientras se espera un retorno, qué papel juega el recuerdo de la persona o la situación perdida, qué distancia sentimental existe entre dos seres. Estas son algunas de las preguntas que pueden surgir cuando se recorre el vaivén de los versos de Las distancias suplentes. Pero, como la buena obra que es, bajo una apariencia de simple cuaderno de remembranzas se esconde una profusión de reflexiones que, dejadas por la voz poética como una anotación personal, nos tocan de cerca y nos encaminan a la forma de sentir que todos los seres humanos compartimos. Podría ser muchas cosas este poemario: manual para afrontar ausencias, álbum fotográfico, cuaderno de viajes, diario personal para todo ser sintiente…; a cada lector se le revelará de una manera, pero sea cual sea el formato que en la interpretación de la lectura aflore, creo que todos compartirán una invisible precisión y un goce por la contemplación serena como excusa para la indagación personal. Veremos como la voz poética se hurga y se busca, como desde los lugares en que ha estado, desde los tiempos que ha vivido y desde las distancias que ha ido habitando mientras esperaba un regreso se analiza y se critica. Es una buena forma de aprovechar el espacio-tiempo la que propone esta obra, de llenar esas esperas que son como limbos y que a veces nos parecen vacías pero que, sí hacemos un esfuerzo por recopilar el material vital que hemos ido dejando atrás, descubrimos llenas de recuerdos y de acciones más decisivas de lo que creíamos. Nos sorprende toparnos en esa espera con un trayecto personal en el que, sin dejar de ser los mismos, hemos cambiado. De alguna manera, este libro nos entrega la pulpa de una voz que se despliega como activa, sensata y curiosa; en ebullición bajo una piel que podría ser la de cualquiera de nosotros.
Sirva el párrafo anterior como una demostración de lo que la poesía puede despertar en el lector, de como es capaz de hablar a cada uno en su frecuencia. Poco a poco vamos acumulando en Libros Prohibidos más ejemplos de textos poéticos porque queremos convertirnos en esa voz discreta pero persistente que aspira a traeros los buenos libros, vengan vestidos del género que vengan vestidos.
Sin meterme ahora en berenjenales etiquetadores, la poesía debe ser, por su raíz y por su naturaleza, palabra que hace, palabra que crea, palabra que trae. Este poemario, de austera pero elegante edición por parte de Maclein y Parker (editorial que el año pasado se alzó con nuestro premio Guillermo de Baskerville al mejor libro de relatos), tiene mucho de esa cualidad creadora, del carácter revelador de la palabra. Porque para qué leemos poesía (habrá otras razones, claro) si no es para acceder a territorios poco hollados, para pisarlos y sorprendernos al comprobar que basta nuestra presencia para crearlos de la nada.
Paso ya a la heurística. Espero me perdonéis estas consideraciones previas; qué le voy a hacer, soy un apasionado de la poesía y de lo que le hace a las personas.
En Las distancias suplentes el tono es en general calmado y reflexivo; a veces se arrastra cuando el texto afronta un dolor o cicatriz insidiosa. La tendencia al versículo favorece esta unidad de ritmo y tono que se potencia en algunos poemas con un uso habilidoso de anáforas y paralelismos que terminan por engrasar la maquinaria de esta magnífica jaculatoria, trascendente y a la vez íntima y cercana. Además, la progresión de lo que se nos expone es magnífica. Todo empieza con una pista inserta en la cita inicial del poemario a cargo de Karmelo C. Iribarren que enlaza con un final en el que la melancolía y el recuerdo han dejado paso al feliz y deseado reencuentro. Porque de reencontrarse va la cosa y José Nieto nos lleva con habilidad hacia el momento cumbre que, sin estridencias y con humildad, nos permite reconocernos en la voz poética y en la humanidad que destila.Las distancias suplentes es un libro breve, con poemas de longitudes muy similares en sus dos primeras partes. En la parte final, el poeta cambia a la prosa, donde también aparecen alguna composición tipo haiku y una conclusión contundente, que no sé si calificar como juego, genialidad o simplemente como lo que parece: un tierno homenaje. Puede servir este poemario para despertar el interés a los no habituales de la poesía; pues, sin ser un libro diáfano o de lenguaje explícito, sí que posee una cualidad sincera y un imaginario personal que al estar cerrado, y ser recurrente y reiterativo, acaba por calarnos y hacernos sentir a nuestras anchas. Demuestra el autor una habilidad especial para la construcción de imágenes sutiles, reflexivas y poderosas. Se trata de un poemario bien construido en lo formal y con una unidad trabajada y que funciona. Se organiza en tres partes: «Ciudades distantes», una especie de libro de viajes en el que el lugar visitado sirve de excusa para reflexionar y rememorar; «Lugares de verano», donde situaciones o momentos puntuales, siempre en el estío, son el catalizador del verso; y por último, «Postales de otros lugares», donde el versículo se convierte en poema en prosa sin que se note el giro estilístico o temático, en todo momento sabemos seguimos en el mismo lugar, en la misma historia que avanza, con la misma voz que se dirigió a nosotros desde el principio.
Precisión para suplir lo distante
Me fascinó la liviandad y sencillez del conjunto. Esto no es un impedimento para que se nos aporten pequeñas sacudidas, reflexiones contundentes, sobre todo en algunos finales de poema, que quedan ahí, escociendo pero que sabemos son inevitables y pertinentes. Este efecto, complicado de conseguir, es quizás lo que más me ha impresionado del libro. Que lo artificioso no se muestre más de lo necesario, es decir nada. Que el reloj funcione sin que oigamos sus engranajes, que todo el aparataje simbólico no aparezca desgarbado. Es un deleite cuando alguien consigue enfocar la voz (y la mirada) en un punto insignificante para, acto seguido, mostrarnos todo lo que oculta esa fracción cuántica traída de la nada (de nuevo esa poiesis, esa palabra creadora). Precisión y mucho tino, pues; certeza o «cierteza», como prefiráis; concentración, decantación paciente hasta lo esencial, antes de, encender un fuego sabio, que cauteriza solo donde es necesario, que prefiere calentar a arrasar. Algo de artesano relojero tiene el autor, de amante de lo diminuto, de dador o descubridor de realidades olvidadas. Realidades abandonadas o ignoradas normalmente, sí, pero más fértiles y abiertas —hábitat que no habitáculo para la libertad— que las que solemos transitar.
En definitiva, gran viaje por los recuerdos de otro que son los míos propios. Estas distancias suplentes de José Nieto Jiménez están llenas de humanidad que enfrenta tranquila lo artificioso, de un yo poético humilde que se disuelve en un universal nosotros y, sobre todo, de lugares comunes destripados que son la excusa para un ejercicio poético de apariencia afable pero fondo infinito. Disfrútenlo, es uno de esos libros donde caben muchas vidas.
Por Víctor L. Briones.