Que quería brisa helada bajo la piel desnuda, inundando el agua no solo transparente sino casi intangible, nada prácticamente, solo viento mojado y nosotros dentro haciendo salpicar el mundo frío, colgante en nuestras bocas. Que las quería húmedas la piel y el alma, pero húmedas de rocío cristalino, gélido, entumecidas hasta tocarse y apenas sentirse, atravesarse ateridas de luna y agua, de noche y viento. Y que brazos largos como alas de Ícaro rodearan cuellos imposibles, tiritantes, hacia arriba siempre sin prudencia, olvidando el fuego de la Historia, congelada ahora tras pupilas infinitas. Que quería el cielo en tu sonrisa, las estrellas brillar en tu saliva, caer de tus ojos como lágrimas y cubrirte la cara de astros, así salpica el mundo, se engancha a jirones de pelo empapado, oscuro y brillante. Y las palabras las quería atropelladas, azuladas de frío, las quería escapando de ti y de mí corriendo de tus entrañas a las mías y de las mías a las tuyas, veloces, buscando calor en la garganta de uno y recogiéndolo para llevarlo a la del otro. O más al fondo, las quería, más dentro.
Y, todo, solo lo supe cuando lo tuve.
Por Clara Jiménez.