Todo el universo cabía en ese pequeño hueco
entre tu cuerpo y
el mío.
Los muebles, los armarios cubiertos de hastío
se quedaron vacíos como vacíos estaban
los desconchones de la pared
y los huecos de los escalones.
Nada en la despensa. Nada en el trastero.
Las casas, los edificios cubiertos de frío
se quedaron vacíos como vacíos estaban
los corazones fríos de los arquitectos
y los de todos sus ayudantes.
Nadie en los ascensores. Nadie en los sótanos.
Los aeropuertos, las estaciones cubiertas de tiempo
se quedaron vacías como vacíos estaban
los vagones de pasajeros
y los vagones de carga de cada tren.
Nadie iba a emprender otro viaje.
Los planetas,
los satélites dependientes,
las estrellas descaradas,
el cosmos polvoriento,
todo el universo, apretándonos, cabía en ese pequeño
diminuto
minúsculo
apenas perceptible hueco entre tu cuerpo
y el mío.
Por Rosa Montero Glz.
Precioso Rosa!
¡Muchas gracias, Patricia!
Armonioso. Gracias!