Someday my pain
Someday my pain will mark you
Harness your blame
Harness your blame, walk through
Bon Iver – The wolves
EPÍLOGO PARA PUPITRES
Anne Mendiburu ha aceptado tu solicitud de amistad. Ahora eres amigo de Anne Mendiburu. ¡Envía un mensaje para saludarla!
La primera vez que te vi fue a la salida de misa de doce. La última, a cuatro patas, arañando el suelo con los dientes. Y jadeabas. Y tu espalda se retorcía como el cuello de un cisne. Y resoplabas. Y tus uñas, de polvo acrílico, se destruían. Y decías: «Oh». Y decías: «Oh, Dios». Y decías, naturalmente: «Oh, Dios mío».
Detrás, Gonzalo Montelongo, ¿recuerdas?, el puto Dinamito y su sonrisa de hereje, mecha en tu culo, con los ojos en blanco.
Veo, por tu foto de perfil, que no has cambiado nada. Muy elegante lo del plátano. Bonito juego óptico. Me preocupa lo que queda fuera de campo, dentro de la garganta. ¿De verdad es el plátano entero?
Tal vez me recuerdes, me sentaba a tu lado en Historia del Arte, cuando intercambiábamos el aula con los de Ciencias Mixtas. ¿No? Es cierto. En C.O.U. Teníamos de profesor al Pumuki y el tipo se las arregló para que todos acabásemos el curso queriendo ser profesores de Arte. Aquella voz tan envolvente, el sonido metálico de las diapositivas al pasar, la penumbra, Botticelli, tus manos, Gauguin, Bernini, tus piernas, Franz Marc y sus caballos azules… en fin, no creo que olvide, jamás, aquellas clases. Ni yo, ni el puto Dinamito, claro, que desde el otro lado se ponía las botas bajo tu falda, sin prisas. Cómo pudisteis hacerme algo así. A quemarropa. No creo que ignorases lo que me hacías sentir.
¿Acaso no recibiste aquel poema de mierda que te escribí?
De tanto morderme la palabra
para no besarte
me quedé mudo.
Para después seguir tu boca como un mapa
deseando que mi lengua
geográfica
y la Historia de tus labios,
fueran una misma asignatura.
Claro que lo recibiste, te lo dejé en la mochila, mientras tú preguntabas las dimensiones de aquel cuadro, el Matrimonio Arnolfini. «¿Tan pequeño?», dijiste, y te echaste a reír.
Ahora creo que tiene varios críos, un lémur de cola anillada como mascota, una foca por mujer, está gordo, calvo y trabaja en una inmobiliaria. Gonzalo, digo. Y te aseguro que yo no he sido.
Reconozco que durante años coqueteé con la idea de querer ser yo el último que lo viese con vida. Robarle los cordones a sus J´hayber Olimpo -esos jodidos cordones- extra largos, que se ataba a la pantorrilla como una sandalia romana. Y ahorcarle. Especialmente, cuando fanfarroneaba. «No sabes cómo la come Anne», decía. «Cualquiera diría que es vasca», decía. «No me imagino ninguna situación, por buena que sea, que no mejore con una mamada de Anne», decía.
En fin, te escribo para pedirte perdón por lo que voy a hacer. El caso es que tengo fotos. Fotos de aquella noche. Fotos de la fiesta en casa de los Montelongo. Fotos de la habitación. Fotos de tus rodillas, juntas, sobre el parqué. Fotos de cómo te atragantabas. Fotos de todo. Y las voy a publicar. Os etiquetaré a los dos y a todo el que fue a nuestro instituto, familiares, amigos, uno por uno, sin prisas. Y arruinaré vuestras vidas. Acaso por unos días. Pero así estaremos en paz. Espero que lo entiendas. Por mí no te preocupes, no me puede ir peor.
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And the story’s all over
In the morning, I’ll call you
Can’t you find a clue
When your eyes are all painted Sinatra blue
Bon Iver – The wolves
Por Carlos Torrero.
Y es que siempre es conveniente agradecer un poema. Muy buen relato. Escenas bien descritas en corto espacio.
Gracias.Pues es cierto.No conviene dar la espalda a la Poesía 🙂 Por otro lado,ya se sabe,en un relato…intentar “ganar” por K.O.