A Luisa, mi madre.
Siete de junio.
El tiempo se para.
La niña de ojos buenos ya no
regará sus plantas.
Son estas manos ciegas sin ti
las que te idolatran cada día,
cada minuto y cada vez que corro
al teléfono para volver a escucharte.
Silencio.
Vacío de jazmines y escarcha en la sangre.
Mi ídolo.
Mi humilde heroína a pesar de las
espinas que siempre te hicieron
el camino demasiado largo.
Mujer inmortal.
Madre eterna.
No es tu muerte la que te hace grande
sino tu vida, esa puta que un día olvidó
quererte más.
Te venero.
Desde el dolor de tu ausencia.
Con mi carne sedienta de tus flores.
Como la luz de los relámpagos que te
daban miedo cuando la noche
se hacía cuervo.
Ya no hay truenos.
Ya no hay viento.
Respira, mamá, respira.
Por Raquel Egea.
Hermosa !, ese sello tan tuyo en todo lo que escribes.- Felicitaciones Raquel.
Gracias, Norma
Un abrazo