Mi madre hablándole a la tele, con un quejido sordo que se ahoga en una gran taza de café. Nunca he entendido cómo puede beber tanta cantidad, a mi estómago le sería imposible tragar todo eso. Aún soy demasiado joven y no tengo su experiencia en la vida.
Las noticias no nos dan los buenos días. Se queja de políticos y otras perversiones de la sociedad, y a mí no me extraña que se preocupe. Son tres los individuos que ha traído al mundo en que a nadie le gusta demasiado vivir, o al menos pocos lo admiten.
Trabajo, estudios, amor, familia, cercanía, lejanía, distancia, amigos, libros, preocupaciones, juegos, verano, vacaciones. Esas son algunas de las palabras que la escuchaba decir cada mañana.
Los recuerdos de mis desayunos pasan por ella, en bata, respondiéndole a la tele y organizando ese día. Para mí, para todos. Mis desayunos siempre pertenecerán a ella.
Por Adriana Tejada.