Bolzena Verzek acababa de despertarse y a vista de pájaro era un bulto de ceniza en una playa desierta de soldados rotos y caballos muertos. Entre las sábanas, justo a la altura del astrágalo de su pie izquierdo, asomaba una tostada desnuda sobre el corazón esmaltado del plato, un café humeante y una tarrina de algo que parecía alquitrán para zapatos. Me gusta pensar que es zurrapa de hígado. Tal vez el óleo, no atesore un gran valor en el caprichoso Mercado de Arte Contemporáneo, pero en casa me encanta contemplarlo como si fuera un Hopper. Especialmente, mientras desayuno los domingos. Zumo de dos uvas, una naranja, una cucharada sopera de miel, un yogur con cereales, nueces y una onza de chocolate. Por oxigenar, ya saben, y huir del bollo, mollete, andaluza, gallega, paté, sobrasada, manteca, mechada… y el sinfín de variedades y combinaciones que alberga la insaciable matemática del deseo andaluz. Manjares que nos ofrecen a los que, entre semana, la vida escupe a las calles demasiado temprano.
Aquella mañana, sin embargo, me encontraba viendo una película. Mamá siempre decía que la vida es como una caja de bombones… cuando ladró el teléfono. Pausé la imagen.
-¿Diga?
– ¿Qué pasa, artista? ¿Cómo se ha levantado la niña hoy?
-Pues bien, aquí está, mirándome como un cervatillo abatido en mitad de la carretera porque no la dejo que se devore por los pies.
-Bueno, tu madre dice que es normal, no os preocupéis.
-¿Qué tal vosotros? ¿Ya habéis desayunado?–.Mi padre siempre dice que el desayuno es la comida más importante del día. Está claro que no cata sexo oral.
-No, hijo, esto es la guerra. Está lleno de gente mayor.
-Papá, tenéis sesenta y dos años…
Me consta que los jubilados se han hecho grandes y poderosos bajo los cielos de Mallorca, Benidorm y Punta Umbría. Por lo visto, llevan a cabo maniobras de exploración militar y están bien organizados. Todo por darle caza a un croissant.
Podía imaginarme a mis pobres padres asistiendo, atónitos, al gran espectáculo del mundo, con todos esos ancianos a cámara lenta, sacándose los ojos en las colas del comedor, con manzanas y pan y mortadela y tomates calientes en los bolsillos mientras sonaba de fondo Ceiling Gazing de Mark Kozelek & Jimmy Lavalle.
-Bueno, pues salid a desayunar fuera del hotel.
-Eso le he dicho a tu madre. Ya veremos. Oye, ¿cómo quedó aquello?, ¿alguna novedad?
-En realidad, sí. Finalmente voy a colaborar. Me lo comunicaron ayer. Y ya he escrito un par de poemas, ¿quieres que te los lea?
-¿Ahora?
-¿Y por qué no? ¿Tienes algo mejor que hacer? ¿Quizás ir a misa?
-….
-Allá va.
He visto pájaros plumíferos negros desayunando bacon y huevos revueltos.
He visto negros queriendo ser blancos y glóbulos blancos que se iban a negro.
He visto bacon en bocas de rusos sobando a mulatas fumándose un puro.
He visto pederastas obesos sin huevos casados con focas de rubio cloruro.
He visto viejos y niños revueltos con hojas de palma soñando otro mundo.
He visto arrecifes de lujo barato posar con los peces vender su retrato.
He visto langostas mojitos babosas mosquitos tornados morir en tres actos.
He visto tu equis en el calendario ¿Por fin vacaciones?
Si quieres me callo.
-No, no, sigue.
-Ya he terminado. «Si quieres me callo» era el último verso.
-Ah. Perdona, creí que…
-Entiendo. Bueno, papá, ya lo leerás más tranquilo, solo me apetecía que lo escucharas.
-No te enfades.
-No me enfado. Encajo los golpes con ternura.
-Ya estamos otra vez. Venga, léeme el otro a ver si lo entiendo.
-No hay nada que entender, papá.
-Yo sé lo que me digo.
-Y yo. Dile a mi madre que simplemente es una buena oportunidad para publicar regularmente y obligarme a salir de la cueva; y dar rienda suelta a todas mis voces y tal vez conocer a otros inadaptados y atormentados locos por escribir y leer y volver a jugar una y otra vez en la cabaña del árbol, como cuando éramos niños, cuando era verano.
-Sí, sí, todo eso está muy bien. Pero, no irás a dejar el trabajo, ¿no?
Colgué el auricular y lancé el mando de la televisión violentamente contra el cuadro. Los labios de Tom Hanks se descongelaron… nunca sabes lo que te va a tocar. Sonreí. Paola seguía mordisqueándose los pies como si no hubiese un mañana.
No lo hay.
Por Carlos Torrero.