Segundo tiempo:
Las cuidadoras decían que a papá le gustaba mucho el fútbol. Contaban que pasaba horas y horas en la sala de la televisión viendo partidos, aunque eso sí, con aire abstraído y con los ojos entrecerrados, como si realmente no estuviera viendo nada. De hecho, si le preguntaban cómo había quedado el partido, independientemente de cuál fuera su resultado real, siempre respondía lo mismo: empate a cero. Vivía aquella pasión de forma íntima y jamás hablaba de ello con nadie ni participaba en las discusiones futboleras de los otros internos. Lo cierto es que nunca me llevó a ver ningún partido. No recuerdo tampoco que él fuera a ninguno. Es más, en casa estaba prohibido ver fútbol en la tele. Sus últimos días los pasó en la cama. Fue entonces cuando me llamó la directora de la residencia, “por si se quiere despedir”, me dijo. Allí estaba él, con el cuerpo consumido y sin apenas fuerza para abrir los ojos. Le dije: “¡Papá!, ¡papaaá!”Al oír mi voz se estremeció, se le escaparon un par de lágrimas y gritó “¡Goool!”Así fue como murió. Decían que se le había ido la cabeza. Fin del partido. Victoria agónica.
Primer tiempo:
Tenían noventa minutos para amarse. Un fin de semana sí y otro no. Él llegaba con su camiseta y su bufanda y antes de desnudarse encendía la radio. Buscaba la emisora que retransmitía el partido y ajustaba su volumen por encima del deseo. Lo importante no era que ganase su equipo sino saber el resultado porque se lo preguntarían en casa. Ella observaba la escena con la impaciencia propia de la pasión en sus primeros encuentros, resignada varios partidos después y casi con desprecio al final de aquella temporada. Porque llegó un momento en el que le pidió que abandonara todo por ella pues con el deseo ya no le bastaba. Él contestó entonces que la amaba y que podía renunciar incluso al fútbol pero no a su familia. Y eso hizo, dejó el fútbol y comenzaron a verse más a menudo, pero no fue suficiente y al final ella lo dejó a él. Empate con sabor a derrota a falta de disputar el segundo tiempo.
Por Simón Rafael.