Todas las leyes de la naturaleza se rompieron cuando el despertador de Manolo sonó a las siete de la mañana. Un domingo. Aquello iba contra los designios divinos, pensaba mientras dejaba caer sobre el rostro un chorro de agua fría que lo despertara. En La Biblia lo dicen bien clarito: “Y al séptimo día, descansó”. Y sin embargo allí estaba él, en su sagrado séptimo día de la semana, fuera de la cama, con una cita obligada (nunca mejor dicho) con las urnas.
La profanación le llegó en forma de carta un 27 de abril. Suplente de Segundo Vocal. Fue lo único que leyó antes de montar en cólera, mearse metafóricamente en varias instituciones y, finalmente, entrar en un estado de cabreo permanente. Quienes conocían su historia ni se atrevían a decir ‘mu’. No había consuelo posible.
Lo habían puteado. Otra vez. No era solo el rollo de Suplente de Segundo Vocal para este 24M. No. Es que en marzo ya fue Presidente de la mesa electoral y peor aún, lo que él aún desconocía es que volvería a ser citado como Primer Vocal para las Generales de noviembre en este intenso año electoral.
¿Recordáis lo de 2007? Preguntaba su madre a sus otros hijos. Cuestión retórica puesto que quién olvidaría aquel año en el que el menor de la familia fue convocado hasta en tres ocasiones: Referéndum Constitución Europea, Municipales y Generales.
Un nuevo récord lo acechaba para 2015. La sombra de una segunda votación para las autonómicas andaluzas sobrevolaba septiembre y a Manolo. Aunque esto queda en el territorio de la mera especulación, ficción dentro de ficción. Mejor será regresar al presente.
Y en el presente tenemos a Manolo mosqueado, que se dirige al colegio, como un niño con los deberes sin hacer: cabizbajo, preocupado y triste. Y decimos solo “como un…” porque en realidad se siente enfadado, lleno de cólera, con los ojos inyectados en sangre. Un volcán dispuesto a entrar en erupción a la mínima (por muy vista que esté ya esta metáfora).
Cuando lo ven entrar en su correspondiente aula, sus compañeros de desgracia comprenden en seguida que era un tipo puteado. Tela. Y que mejor, dejarlo tranquilo.
Comienza la función. En un mundo perfecto la mesa se hubiera constituido a su debido tiempo, pero no fue así. Y, como era de esperar, tampoco fue perfecto el mundo a la hora de pasar lista. Como ya habrán imaginado el legítimo Vocal Segundo no estaba allí. Así que fue nuestro apuesto héroe el que tuvo que asumir el cargo. “La cosa tiene guasa”, dijo cuando llamó a su casa para confirmar lo que el resto de la familia ya sabía y temía. “De nuevo suplente y de nuevo me toca asumir el cargo”. Y es que, disculpe usted lector, no detallé anteriormente que de las cinco últimas ocasiones en que Manolo formó parte de una mesa electoral, en cuatro de ellas acudió como suplente. No en vano los niveles de escaqueo alcanzados eran impropios incluso para la ciudadanía de este mundo imperfecto. Pero como dijo Gandalf, y de esto Manolo, lector apasionado de Tolkien, sabía mucho: nadie elige lo que le toca vivir, pero sí la forma de enfrentarse a ello. Así que, en esta nueva ocasión, M. (por lo kafkiano) cogió el cuadernito de cuadros, el boli Bic y asumió su papel.
Todo listo. Ahora solo quedaba aguardar al primer votante. Y la verdad es que no se hizo esperar demasiado.
Primero fue solo un rumor, luego el ajetreo se coló por las puertas descaradamente, precediendo a un séquito de cámaras de televisión, fotógrafos y asesores enchaquetados, tras los que, al fin, fueron entrando en el aula, uno a uno, todos los candidatos a la Alcaldía de la ciudad. Un galimatías de siglas que dejó desconcertados a todos los allí presentes Especialmente a uno: Manolo, veterano miembro de esa mesa electoral, sabía de sobra que ninguno de ellos votaba allí… Algo huele a…
Cuando se quiso dar cuenta, todos los alcaldables lo miraban. Uno de ellos, adelantó el brazo y le estrechó la mano, mientras sonreía a las cámaras. Manolo, aún más aturdido, se dejaba llevar.
No entiendo nada, dijo al fin.
Sabemos lo sucedido, dijeron al unísono, como si fuera el coro de una tragedia griega. Y hemos decidido considerarlo Ciudadano Ejemplar de Sevilla 2015. El político le agarró la mano y le tendió un pergamino con el título y el agradecimiento de la ciudad. Todos aplaudían, sonreían y asentían, mientras se hacían selfies con Manolo.
Es usted un ejemplo para los ciudadanos.
¿Ha pensado en hacer carrera política?
Le llovían palmaditas en la espalda. Todo ello en apenas un par de minutos. Pasado ese tiempo, los candidatos desaparecieron llevándose tras de sí a la prensa, al equipo de asesores y al bullicio.
Manolo, todavía en estado de shock, se percató entonces de que un hombre lo miraba con atención. Llevaba un triste traje gris. Puedes irte, dijo. Yo soy ahora el Vocal Segundo. No te preocupes. Está todo arreglado.
Nuestro protagonista cogió entonces sus cosas, y con el título de Ciudadano Ejemplar y sin decir nada salió del colegio, liberado ya de su particular maldición electoral.
A penas eran las 9.30 de la mañana, y estaba ya en la calle, con una sensación de infinitud por delante que no había experimentado nunca antes. En el cielo azul, empezaba a calentar el sol como solo en esa ciudad puede hacerlo en primavera. Manolo esbozó una sonrisa y los ojos le brillaron como quien ve desfilar ante sí una gran idea… Pero eso forma parte ya de otra historia.
Por Patricia Nogales Barrera.
Divertida visión de un día de elecciones, Patricia. Me ha gustado. Eso de que los componentes de las mesas repiten hasta el abuso es cierto, ese sorteo…
¿Me permites una opinión? Si no he leído mal las acciones de Manolo en el colegio electoral empiezan en tiempo presente y, de repente, usas el pasado. Yo hubiera seguido en presente, funciona muy bien. Tendemos demasiado a situar los hechos en el pasado.
Un abrazo.
Gracias, Jose Pedro! Te puedes creer que no me había dado cuenta del cambio en el tiempo verbal?? Pero es cierto, empieza en presente y termina en pasado. La verdad es que no ha sido deliberado. Yo soy muy fan también de los relatos en presente. El próximo lo hago así de principio a fin 😉 Gracias de nuevo. Un saludo!!!