‘Sudor y lluvia tras el fin del mundo’, de José Luis Díaz Caballero.
16/05/18. Hablaremos de Janis Joplin más tarde. Enlace al artículo.
Madrid. Actualidad. En esa ciudad y en ese tiempo se desarrolla la realidad de los protagonistas de Sudor y lluvia tras el fin del mundo, Carlos Curiel Rodríguez y Julia Caballero Lorenzo. Sí, casi como los nombres que constan en el buzón de tus vecinos del primero, apellidos comunes heredados, nombres propios normales, sin apodos, sin toques artísticos o seudónimos, sin aumentativos, ni diminutivos, ni versiones de ninguna índole.
Carlos y Julia, sí, una pareja, justo como la que vive en la puerta de al lado. Pero antes de unir sus vidas, cada uno vivió sus correspondientes historias familiares y tuvo sus propias ensoñaciones de futuro. Julia muy temprano afrontó la pérdida de sus padres y, tal vez primando en ella la necesidad de tener una seguridad, su formación de letras le llevó a ser funcionaria municipal. Carlos se crió bajo la tutela de un padre alcohólico y una madre en la sombra y, quizás por el deseo de ser mejor que sus progenitores, pronto sintió pasión por el póquer y la idea de ganar mucho dinero, pero esa ambición quedó apartada a cambio de un anodino puesto de contable en un concesionario.
Carlos y Julia se conocieron en la universidad y la atracción inicial con el tiempo les llevó a dar los pasos habituales. Convivir en una casa, trabajar para pagar la hipoteca y dar rienda suelta a todos los caprichos que recoge el catálogo de productos aptos para la clase media, el que la generación de sus padres no tuvo. Y les llega el siguiente paso, sí, justo como al matrimonio que habita encima tuyo que acaba de tener un bebé. Nace Gabriela. La maternidad y la paternidad se cuestionan, y genera más gastos, pero Carlos y Julia todavía quieren ser clientes vip de esa tienda adaptada a su clase social. Nace Sandra, el instinto de ser madre y padre no se arregla con su llegada, es otra boca que come, pero el tren de vida al que aspira la pareja sigue siendo el mismo, poseer todo aquello que sus padres no alcanzaron. Lo mismo que le ocurre a la familia que ves salir del portal de al lado.
Pero hay algo que diferencia a Carlos y Julia de cualquier otro matrimonio que conozcas: todo lo que son y todo lo que tienen se asienta sobre una plataforma que se mueve al vaivén de las deudas de juego de Carlos y los préstamos de su padre que cada cierto tiempo les van sacando del apuro. Y Julia acepta ese ir y venir angustioso de números siempre a punto de ser rojos. ¿Qué futuro les depara a seres tan extremos? ¿Resistirán así hasta el final de sus vidas? ¿O encontrarán la forma de destensarlas? ¿Qué precio pagarán por ello?. En ese dilema llega a estar Julia de una forma tan consciente que hasta escribe una serie de diarios por recomendación de su psicóloga. Pero no es suficiente. O el proceso de verse capaz de tomar la rienda de su vida es tan lento que, antes de que llegue, todos los problemas se complican mucho más. Todo explota.
Carlos Curiel Rodríguez, Julia Caballero Lorenzo, los nombres que constan en el buzón del primero de tu portal saltan, escritos con letras bien grandes a los titulares de la prensa, y se convierten en los nombres de personas a las que se relaciona con muertes por violencia de género. Se abren procesos judiciales para esclarecer los hechos. Pero también hay una opinión popular que ya los ha esclarecido por sí misma. ¿Quién ejerce la justicia de forma más justa?
Tras la lectura de este libro, cuando menos, el debate queda abierto y cada cual podrá dar su respuesta. Pero no es solo ese el mérito de esta obra, pues narrado con una estructura nada clásica que alterna noticias de prensa, partes de un diario personal, recortes de procesos judiciales y la voz de los protagonistas en primera persona, el escritor ha acabado encontrando el mejor armazón para que sus personajes dialoguen directamente contigo. Si a eso le sumamos el lenguaje bello y profundo tan característico de este escritor, como lector no podrás evitar vivir y sufrir con las tensiones de los protagonitas, después vendrá el sosiego, pero eso solo será “…tras el fin del mundo”.