Poetas que cuentan la complejidad del mundo
01/06/18. Llanuras. Enlace al artículo
“Lo que se publica es para algo, para que alguien, uno o muchos, al saberlo, vivan sabiéndolo, para que vivan de otro modo después de haberlo sabido; para librar a alguien de la cárcel de la mentira, o de las nieblas del tedio, que es la mentira vital” escribía María Zambrano en su artículo Por qué se escribe, texto que debería presidir la mesa de trabajo de todo aquel que escribe, de todo aquel que trabaja con la palabra. Porque escribir es un ejercicio ético, porque no se puede escribir despreciando la palabra, convirtiéndola en un instrumento al servicio de intereses que nada tienen que ver con el nombrar, el desvelar, el contar la complejidad del mundo. Bien lo sabe la poeta Ana Blandiana, en cuyo país, Rumanía, que es el país invitado en esta Feria del Libro, sus versos fueron vetados. En efecto, en 1984, como ella misma explicaba en una entrevista en Lecturas Sumergidas, “En 1984 publiqué cuatro poemas en la revista Amfiteatru que causaron un escándalo enorme y se me volvió a retirar el derecho a publicar tras una reunión del buró político. Mi obra fue prohibida, pero esos poemas, que se convirtieron en símbolo de la desesperación colectiva, empezaron a ser copiados a mano por la gente, convirtiéndose en el primer “samizdat” de la literatura rumana. Eso, algo muy común en la URSS, donde los poemas de Mandelstam, de Anna Ajmátova, circulaban así, de forma clandestina, sucedió por primera vez en mi país”. Para la autora de Las cuatro estaciones, la poesía es una forma de resistencia moral, opinión que bien habría podido suscribir Canetti, que escribe: “Hoy en día, nadie puede llamarse escritor si no pone seriamente en duda su derecho a serlo. Quien no tome conciencia de la situación del mundo en que vivimos, difícilmente tendrá algo que decir sobre él”. Tomar conciencia del mundo es, continúa Canetti, tomar conciencia de las palabras, responsabilizarse “por todo cuanto admita una formulación verbal”, pero ¿qué sucede cuando olvidamos esta responsabilidad? ¿Qué sucede cuando ponemos la palabra al servicio de otros? La palabra, entonces, se convierte en esa cárcel de la mentira de la que, sin embargo, debería liberarnos.
Si hay un género literario donde la palabra solo puede ser la palabra precisa este es el género de la poesía, que, como dijo Eugenio Trías, “aspira, igual que la filosofía, a conocer, sólo que con otras estrategias y recursos”. Sin embargo, en estos días que vivimos, no solo hay quien, apadrinado por los números del mercado, se afirma poeta con “creaciones” autocomplacientes de un yo narcisista sin trascendencia ni complejidad, sino que también hay quien, con plena consciencia, pervierte la poesía -la palabra y el ejercicio- definiendo tales “creaciones” como poesía y describiendo a sus “autores” como poetas. “La prensa en tanto que valor de cambio necesita un maquillaje cultural precisamente porque representa una devaluación de la cultura”, escribía Karl Kraus y sus palabras describen perfectamente la (ir)responsabilidad de los agentes culturales cuando, en nombre de beneficios, devalúan la cultura convirtiendo en cultural -poesía- aquello que no es más que un producto comercial o, todavía peor, un ejercicio que no debería haber trascendido de las puertas de los baños o de las carpetas escolares.
La palabra poética está en otra parte, en otros versos, en otros libros, en otros nombres. Aquí, una selección de títulos donde poder encontrarla.
Aquest amor que no és u / Este amor que no es uno, Blanca Llum Vidal (Ultramarinos). Traducción al castellano de Berta García Faet.
O futuro, Abraham Gragera (Pre-Textos).
Cielo, Javier Lostalé (Fundación José Manuel Lara).
La familia socialista, Fruela Fernández (La bella Varsovia).
Difícil es el alma, Mario Míguez (Renacimiento).
El salto del ciervo, Sharon Olds (Igitur). Traducción de Joan Margarit y Eduard Lezcano.
La casa grande, Rosana Acquaroni (Bartleby).
Otromundo. Antología 1956-2007, Juan Gelman (Fondo de cultura Económica).
La lentitud del liberto, Maribel Andrés Llamero (Maclein y Parker).
Poesía reunida. Vol.I, Chus Pato (Ultramarinos).
Metaéxtasis, de Óscar Ayala (Baile del sol).
La policía celeste, Ben Clark (Visor).
Antología poética, Sylvia Plath (Navona). Traducción de Raquel Lanseros.
Cuaderno ruso, Alfonso Armada (Bartleby).
Inventario (Fabulaciones, ficciones y otras verdades), Rosario Pérez Cabaña (La Isla de Siltolá).
Cuaderno de Campo, María Sánchez (La Bella Varsovia).
Poesía reunida, Ana Ilce Gómez (Pre-Textos).
Poema, Leonor Olmos (Kokoro libros-Kriller 71).
Poesía. Obras Completas, Alfonsina Storni (Losada).
Por Anna María Iglesia