«Creo que Cervantes sabía muy bien que estaba destinado a crear un personaje y una obra universal»
06/07/18. ABC de Sevilla. Enlace a la entrevista.
Por Andrés González Barba.
Pablo Santiago Chiquero (Valenzuela, Córdoba, 1981) es un periodista y escritor que acaba de publicar su primera novela «Cervantes para cabras, Marx para ovejas» (Maclein y Parker), que plantea una visión certera de la Andalucía rural de los años treinta y que, además, es un alegato en defensa de la lectura como deleite. Este andaluz trabaja en la ciudad alemana de Heidelberg y es uno de los promotores del World Literary Atlas, una página web que pretende aunar literatura y geografía.
Tu novela narra la posibilidad de metamorfosis en el ser humano a través del conocimiento.
Es que el conocimiento es el gran motor de la humanidad y lo que nos distingue como seres. Cada vez que el hombre añade nuevos conocimientos a su acervo de habilidades, se produce uno de esos famosos saltos en la historia de la humanidad: sucedió con la agricultura durante la Revolución Neolítica, está sucediendo ahora con las nuevas tecnologías de la información, y volverá a suceder cada vez que el hombre aprenda a hacer algo nuevo. Pero lo importante es que esas revoluciones que se producen a nivel global, también pueden ser llevadas al plano personal. Por ejemplo: una persona desempleada que aprende, digamos, a programar, se convierte en alguién nuevo, con nuevos horizontes, perspectivas y posibilidades de desarrollo. Y en ese sentido, no es tan importante la capacidad de acumular conocimiento, sino la inquietud y el deseo de aprender, que nunca se deben de perder.
¿En qué medida influye el maestro Lázaro Esquivel en la vida de Mateo?
Al comienzo de la novela tenemos al personaje principal de la novela, Mateo, un pastor de un pueblo de Andalucía en los años de la República, «encamado» por una profunda depresión. Mateo no tiene una vida más miserable que la del resto de sus vecinos, pero decide encamarse por la falta de incentivos que le ofrece su existencia en el pueblo. De su depresión lo rescata Lázaro Esquivel, un maestro recién llegado, quien un día lo visita y le lleva «El Quijote», un poco para entretenerlo, pero también sin perder de vista la posibilidad de que una lectura tan sustanciosa pueda obrar el milagro de sanar al cabrero y recuperarlo para la vida cotidiana. Y en efecto: “El Quijote” sacude a Mateo y lo convierte en un hombre nuevo. En adelante su obsesión será difundir la lectura entre vecinos, algo que conseguirá de forma muy divertida.
¿Crees que la lectura de obras como “El Quijote” puede llegar a salvar la vida de una persona?
Sin duda, y la primera fue la vida de su autor. Miguel de Cervantes es un hombre con una vida muy miserable, conflictiva y problemática. Tuvo muchos problemas en el desempeño de su trabajo como recaudador de impuestos, y yo creo que, si algo lo salvá de todas aquellas prisiones y apaleadas andanzas por Castilla y Andalucía, fue ese personaje del universal caballero de la Mancha, al que ya llevaría en la imaginación a la espera del momento apropiado para escribirlo. Yo creo que Cervantes sabía muy bien que él estaba destinado a crear un personaje y una obra universal, y esa conciencia le hizo la vida más llevadera. Y lo mismo que a Cervantes, le sucede a muchos lectores de su obra: ¿Qué tiene “El Quijote” para que tantos lectores lo tengan que leer al menos una vez al año? ¿Para que sea uno de los libros más leídos y releídos de este mundo? Personalmente, yo cuando tengo un momento de agobio o mal humor, siempre echo mano de él. Es la mejor medicina que hay para el alma.
Tu novela es un retrato de la Andalucía rural de los años treinta. ¿Cómo te la arreglaste para documentarte sobre esa época?
Apenas me documenté. Yo soy de Valenzuela, un pueblo de unos mil habitantes de la provincia de Córdoba. Para mí fue muy fácil imaginarme cómo fue la vida en el pueblo durante los años treinta, en parte porque había escuchado muchas anécdotas e historias de la gente mayor. Además, yo siempre he sido un buen lector de los clásicos, los del Siglo de Oro pero también los contemporáneos como Cela, Delibes, Luis Berenguer, etc. Y al fin y al cabo, la vida no ha cambiado tanto como nos creemos.
Esas personas que describes de aquella época guardan cosas de la España del siglo de Oro, ¿no es cierto?
Sí, principalmente en el lenguaje, en la forma en la que hablan los personajes de la novela. Un día, cuando yo aún estaba en la facultad de Periodismo, el pintor del grupo Cántico Ginés Liébana, que había vivido en mi pueblo durante los años treinta y cuarenta, me dijo en su estudio de Madrid: «Cuando yo era joven la gente de tu pueblo hablaba todavía el español de Cervantes». Desde entonces me rondaba la idea de escribir una especie de comedia rural con ecos del lenguaje del Siglo de Oro.
Estudiaste periodismo en Sevilla y desde entonces has compatibilizado periodismo y literatura.
La escritura siempre ha estado presente en mi vida. He estado años levantándome muy temprano para escribir antes de irme al trabajo. La mayor parte de lo que escribí siendo muy joven, por fortuna, ha permanecido inédito, y ahora estoy muy agradecido a todos los editores que rechazaron mis manuscritos. Pero escribir no es una actividad sencilla: cuando se es joven y se tiene todo el tiempo del mundo, aún no tienes la experiencia ni la visión necesaria de la vida para escribir un buen libro. Y cuando se llega a la edad de escribir medianamente bien, por lo general se tiene familia, trabajo y otras muchas cosas que requieren tu tiempo.
Háblame de la World Literary Atlas.
Es una especie de wikipedia en la que se pueden relacionar lugares reales con obras literarias. Parte de la idea de que todos los lugares de la tierra han sido alguna vez descritos o recreados en los libros: hay lugares literarios de gran celebridad, como La Mancha de Cervantes, el Dublín de Joyce, la Alcarria de Cela o la Sevilla literaria del Ocnos de Cernuda. Pero todos los lugares, por insignificantes que sean, tienen su literatura y su momento de celebridad en los libros... Nuestro objetivo es reunir el mayor número de esas referencias literarias. Por desgracia, el proyecto se ha topado con la dificultad que suelen encontrarse este tipo de iniciativas culturales, pero esperemos que el tiempo nos ayude a crear el gran atlas literario que proyectamos.
¿Cómo ves la situación actual de España viviendo en Heidelberg?
Para no caer directamente en las lamentaciones y ser justo con la mayor parte del planeta, hay que mirar nuestra situación de forma muy global: España no es Libia, ni Somalia, ni Siria o Irak. Es un país medianamente próspero y pacífico, donde apenas nadie se va sin cenar por falta de alimento. Lo digo porque en Alemania ha estado muy presente en los últimos años el problema de los cientos de miles de refugiados llegados de África y Oriente Próximo, y en comparación de esta pobre gente, como europeo uno solo se puede sentir afortunado. Pero claro, si lo comparas con ciertas regiones de Europa, la situación no es buena. A mí me preocupa la precariedad laboral y los sueldos bajísimos a los que se enfrentan la mayoría de trabajadores, sobre todo los más jóvenes. Pero ante eso, y volviendo al principio, solo cabe una respuesta personal basada en la cultura, el aprendizaje y el conocimiento. Todo el mundo con dificultades laborales debería preguntarse: ¿Qué puedo aprender yo para que me vayan mejor las cosas? ¿Cuáles son mis capacidades por explotar? ¿Qué demanda el mercado laboral? Ya lo decía Don Quijote: «Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro.»